martes, 29 de diciembre de 2009

Lluvia Vieja

La lluvia cae tímida pero segura, constante y pertinaz dispuesta a invadir el mundo, a no dejar ninguna raíz en el alma sin cultivar, a negarnos el olvido de ser indefensas semillas a la intemperie del cielo y de la vida.
La lluvia viene de lejos, cargada de una memoria espesa, pesada de recuerdos y gris nostalgia, de infancia en fin, de oxidados alambres y azoteas, de primitivos días muertos.
La ciudad asume la condena de las alcantarillas, como bocas ahogadas por un cielo de alquitrán, las manchas y cicatrices de sus fachadas en declive, el reflejo de un sol frío y gris en los altos edificios de cristal.
Tú me miras como hace muchos años, allá al fondo de ti misma reverberan viejas esperanzas, una juventud ya caduca, una sonrisa desgarrada y desnuda frente al mundo. Eran otros tiempos, otras sábanas, cielos más livianos, perentorios en su afán de viaje, fue descubrir el mundo a cada paso, de sonrisa en sonrisa y de vaso en vaso, llorar como lloran los incrédulos, refugiándonos en ilusiones y pasión con la cursi pose con la que se miran las estrellas.
Tú me miras y te amo, fíjate qué cosas, a mitad de una vida y de camino a sobrevivirnos a nosotros mismos.
Hoy te amo como nunca y para siempre, fíjate qué vulgar, hoy que la lluvia enternece todas las raíces, y el calendario se acaba y el otoño que barre las últimas hojas, y yo daría mi vida por ti.


(Feliz nuevo año y gracias a todos por vuestra compañía y vuestras palabras, un sincero abrazo desde mi raíz).

domingo, 20 de diciembre de 2009

El instante

Todo consiste en esto, en intentar decirlo bonito: el frío, la humedad, la oscuridad violada de la ciudad, el silencio del piso, los pasos más allá en la escalera, el calor del hogar, el estornudo y los pañuelos, el tic-tac del reloj de propaganda, diciembre, un año más, muchas de las cosas de siempre y otras tantas fantasías, el nuevo calendario, la nueva crisis, el corazón igual, con sus propios calendarios y sus íntimas crisis, la duda existencial que la televisión apagada respeta, todo lo que quisimos ser y esto que somos, todo lo que ansiamos mientras la vida pasa y este borrador se graba, ineludiblemente, un presentimiento oscuro de que lo peor siempre está por llegar, las pelis alquiladas de domingo, un sentimiento así como la levedad, un recuerdo borroso y dulce de Kundera, una vista rápida a los pocas líneas hasta ahora escritas, un sentir patético, el joven jazmín en el alféizar, mi nueva adquisición, el palo del brasil que extraña su tierra y duda si vivir o morir en la nostalgia, la botella de vino a medias, ni llena ni vacía, un sabor maravilloso que llega a las entrañas, un regalo de navidad, un susurro hipomaníaco de fortaleza y juventud, un oscuro brillo triste de algunas otras batallas perdidas, cientos de cosas aún pendientes y por hacer, unas ganas inmensas de vivir, o sea de escribir... Esto es, a grandes rasgos, mi vida ahora.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Otoño experimental

Ya va siendo hora, susurras, y el aire frío hace tiritar mi piel, y el vaho de tus palabras empaña mi laberinto mientras la húmeda y macilenta luz de la noche urbana se hace hueco entre nuestros ciegos huesos.
El otoño, indefectiblemente, nos va dejando desnudos, poco a poco, a lomos de silencio, tu memoria queda a la intemperie y tus recuerdos son perros que ladran a la luna, habitantes solitarios del arrabal y el abandono.
Mis mudas manos te buscan en los últimos rincones del pasado, atrapados como barcos hundidos en el acuoso olvido de tus iris, verdes como el musgo de los estanques callados.
Mira, como caen las hojas de los tristes esqueletos blancos erguidos hacia el cielo, tocan sus dedos lo celeste, lo rayan y lo arañan, como esperanzas desesperadas.
El olor a mar llega recorriendo callejones y malditas aceras, llaman a la puerta los astros desterrados de la ciudad, tú los almacenas entre botellas de vino, en la cocina atesoras tu tráfico de estrellas.
Ya va siendo hora, susurras, y ya sé que has decidido adelantarte al destino, y ya sé que mi vida no habrá de sufrir todo el dolor que da el recuerdo, quebrando la piel y los andamios del latido.
Sin más me agredes, me rompes el cuerpo a dentelladas, y todo yo me derramo, entre oscuras luces, en versos no nacidos.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Silencio

Voy a decirte toda la verdad,
sin ninguna palabra que la enturbie.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Madrugada

Es tarde, a veces ocurre, la noche nos gana la partida; y sin embargo abnegados, perdedores por instinto, derrotados como sino, seguimos a lomos de su ceguera, escribiendo, escribiendo, escribiendo, lo poco que nos queda o que sabemos.
Todo lo demás es una sencilla metáfora de este momento repetido, y la muerte, allá al final, la irrepetible.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Entresueños

¿Has perdido el sentido de tu vida?, me preguntó aquel viejo extraño saliendo de una tienda cualquiera, en una calle cualquiera, fría y gris de este otoño algo más melancólico y lascivo que otros años. Yo lo miré sorprendida, sopesando el silencio asombrado de mi boca; perdone, resolví en contestarle, mi vida no es asunto suyo, y desde luego que no ando perdida, pero dígame, sabe usted acaso qué ha sido de la suya? El viejo, de extraños ojos verdes, esbozó un sutil gesto sonriente sin dejar de clavarme su mirada en las pupilas. Suerte princesa, me respondió calmadamente con un deje de dandi de película en blanco y negro. Inmediatamente después prosiguió su camino, sin apenas rozarme el abrigo rojo con el pardo tejido de su chaqueta. Por un momento quise ver en el rincón más escondido de aquella indescriptible sonrisa el oscuro reflejo de un afilado colmillo. Entonces pensé que quizás me hubiese equivocado de cuento. Una bofetada de frío repentina fue la que me hizo despertar de mis divagaciones, a la vez que recordaba, despejando mis dudas, que hacía tiempo que mis dos abuelas habían muerto. Retomé mi camino y volvieron a mi consciencia vivos y claros todos los sonidos y luces de la ciudad nocturna. El frío parecía anestesiar sin embargo mi nocipercepción, aliviándome de las rozaduras de aquellos incómodos zapatos de cristal, a la vez que también cedía el agudo y localizado dolor en el dedo índice de mi mano izquierda tras el pinchazo horas previas con la aguja de la máquina de coser. Mientras tanto continuaba agarrando con mi mano derecha pegada al costado el libro repleto de poemas, aprovechando el vaivén del paso para ir dejando caer disimuladamente y poco a poco, a modo de reguero, todas las palabras al suelo. Cuando la noche creciera y se hiciera profunda y mágica, sólo ellas podrían devolverme a casa.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Metamorfosis

Saliste a la luz cuando la noche entró en su curva más oscura, llevabas el pelo revuelto y el aroma de quién regresa de un sueño o de otra vida. El aire frío alborotaba tu piel amada, y tus labios tiritaban el rojo rastro del amor.
La luna nueva era la ausencia de otra luna más lejana, olvidada en algún rincón de la memoria o el cuerpo alucinado. Eras tú o no eras tú, en un paisaje extrañamente conocido.
Qué hubo de quedar en el lecho más profundo de la noche, crisálida muerta una vez rota tu membrana.
A base de espasmos y gemidos, por primera vez saliste a la luz de la noche oscura, y echaste a volar, y con tu luz fuiste incendiando el mundo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La propia vida

La mañana era una nueva salida de ruta, el movimiento negro de un primer peón acojonado, el atajo hacia ningún sitio, el paisaje vasto y aciago bajo la mirada de un rey incrédulo.
La luz cegaba hasta las sombras y la música hacía lo propio con el miedo. Tú mirabas el reloj con la ambigüedad del que no sabe si sigue vivo, ni siquiera si quiere seguir viviendo.
El mundo era entonces lo que siempre soñamos, un vagar sin dueño, una libertad idílica, un todo para nada. Y sin embargo la luz hería, como hiere la distancia y el olvido de las voces familiares. Ya estábamos allí, ya habíamos llegado, livianos como el aire, y sin saber qué hacer con tanto vasto sueño, con tanta inmensidad vacía.
Dimos la vuelta en el primer cambio de sentido, los alfiles apostaron en oblicuo, y al destino lo alcanzamos con un brusco giro de caballo. Las raíces simplemente hicieron el resto, de regreso al único lugar que nos pertenecía.

domingo, 18 de octubre de 2009

Cotidianidades

Hacer la cama es como ordenar el mundo, cada mañana, con la nueva luz y la presión de la sangre estrellándose contra las paredes del corazón, descubrir el lecho de los sueños y limpiarlo de pelos y señales, rastros de realidad desprendidos por lo vivo antes de cruzar los portales de lo eterno, es ordenar la vida, preparar el cielo y las pupilas, estirar las sábanas en un gesto de supervivencia, alisar la colcha sugiere algo así como el amor, o la ternura de esponjar las almohadas hundidas por el peso de los sueños, restaurar el mundo, rehacerlo al capricho de nuestras manos, hacer la cama es casi un ritual, casi un exorcismo para la piel que anuncia su regreso si el crepúsculo la salva una vez más, y sin embargo, las sábanas deshechas, la colcha arropando el suelo, los rastros descubiertos por la luz, naturaleza muerta que conmemora lo ya pasado aún humeante entre las brumas y los fantasmas en disolución de la mañana, desordenar el mundo es también un acto humano, orden y desorden de la razón, porque el mundo nada, el mundo discurriendo, el mundo ajeno a lógicas, filosofías, psicoanálisis y morales, el mundo y su secreto matemático, y la vida y el olvido medidos en años-luz y en cómo brillan las estrellas. Y Dios, un sarcasmo de lo absurdo, recogiendo miedo como peces con sus redes de silencio -quien calla otorga- y los hombres que gritan, hechos y deshechos, y la vida sigue, hipertérrita, y atrás quedan, tras puertas y llaves, las realidades más anónimas, más íntimas, más secretas: los lechos de la vida, los mapas de la historia que cuenta, como piezas de un puzzle, todas las historias.

miércoles, 14 de octubre de 2009

En la oquedad del horizonte

Caminabas tan lenta que el mundo se hizo tarde, incendiado y silencioso, quemando las huellas a tu paso; el crepúsculo vino de abajo a arriba, convirtiendo el paisaje en una suerte de sueño escarlata, mientras de tu pelo rojo surgían aves migratorias, inventando en su vuelo las distancias, y arrastrando la vida con su grito. Atrás no fue quedando nada, apenas un estertor de olvido en la oquedad del horizonte.
Caminabas tan lenta que el mundo se fue alejando, con tus pájaros y su cielo, para dejarte a ti como estatua de ceniza entre todo lo vivido.
Ahora aquí también sobrevuelan aves extrañas el cielo, y gritan vivas el éxtasis de lo que existe, con las puntas quemadas de sus alas, y vivos cabellos rojos en sus picos.

domingo, 4 de octubre de 2009

La muerte, ese lugar común.

No me importa morirme, algunas veces es casi un deseo irrefrenable. Cuando la noche se alarga, y las miradas acuosas de otros mundos enfrentados se ahogan en el océano de la tuya y viceversa, y el alcohol festeja los cuerpos, y las palabras son pan que se comparte y se degusta con los mismos versos de lenguas y saliva. No me importa morirme entonces, en las excelsas cadencias de la sima, cuando todo es oscuridad y los corazones laten como luciérnagas en vilo. Es entonces cuando más vivo me siento, cuando grito todo el silencio que anida en los resquicios de mis días, y estos se liberan y se insuflan como pulmones olvidados, y vuelve una vez más el olor a mantequilla de antiguas mañanas, y el irresistible amor por las azoteas.
No me importa morirme de vez en cuando, y supongo que esto no debe de ser malo sino todo lo contrario. No está mal morirse de vez en cuando, morirse de a poquito, para ir renaciendo así, como quien no quiere la cosa, como luz que entra cada día por la misma rendija, de la misma persiana, del mismo balcón, iluminando el mismo párpado maravilloso que una vez pudiste ser tú y que quizá lo fuiste y ya no importa; y yo a tu lado, con mi cuerpo abrazado al tuyo, así tan simple, sin más metáforas que la desnudez y el sexo, y el sueño y el orgasmo, y la paz y el éxtasis, y sí quizás eso era amor, y así como tú, la luz también, yo sobreviviendome de a poquito.
No me importa morirme algunas veces, y volver a despertar y seguir sobre el mismo verso columpiado por los días inventados que me sostienen para no caer, en algún paisaje perdido de mi propia biografía, a la que algún día dejaré huérfana de padre, madre, hijo y espíritu santo.
La muerte es un secreto inconfesable que sólo conocen los muertos, sin embargo sólo nosotros podemos jugarle la partida, retarla hasta sesenta veces por minuto: la muerte o la vida, de eso se trata al fin y al cabo; la suerte de los dados también está en la mano que los tira.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Lluvia

Hoy llueve como cuando la infancia y las nubes y la brisa y el olor a lluvia o sea a tierra mojada y el ruido de las gotas estrellándose contra el suelo y los tejados con los ríos desbocados de los canalones y el rugir de la uralita hoy llueve y el tiempo es un fotografía de entre-párpados bajo soportales de un patio lejano y el gato que ronronea sobre la mesa y buganvillas y palmeras y entonces cuando viejo quiero decir cuando joven geranios y jazmines y un palomar abandonado y la lluvia igual igual igual como su olor y esas cuerdas tan iguales en el mundo que sostienen su horizontalidad de alambre oxidado para tender la vida siempre tan iguales esas cuerdas con las mismas siempre iguales gotas transparentes cristalinas puestas a secar en fila india horizontal de perlas que la mano cosecha y chupa la lengua porque esas cosas se hacen cuando viejo quiero decir cuando joven y se sueñan entonces también amores cosas prohibidas la dulzura de la piel tersa y blanca por vez primera mientras la lluvia caía en un rincón del paisaje se sueñan y se palpan tiritando y no de frío húmedo y no la lluvia se saborean hasta el gaznate los pezones de la tierra húmeda esas cosas sin más malicia que el deseo tan intensas y tan lentas a pequeñas dosis de lluvia porque lo desconocido es miedo y deseo cuando joven o viejo qué más da cosas que pasaban hace muchos años y hace tiempo que olvidé pero al menos hoy la lluvia y esa húmeda nostalgia.

martes, 22 de septiembre de 2009

Cada noche

Cuánto de lejos queda el mundo, cuando la noche te abraza la soledad desnuda, y tu huida la dictan los párpados que ciegan, cayendo ya sin miedo hacia el olvido, en ese abismo donde todas las voces se confunden oscuras y lejanas, y los recuerdos son visiones imprecisas; el tiempo es un juego para niños, y es verdad no importa nada, porque el cansancio de la carne y el latido, y todo lo concreto y tú sobre las nubes, oníricas y púrpuras, no importa cómo y sin embargo algo así debe ser la muerte, un rendirse sin remordimiento, un claudicar ante lo ignoto, sin tristeza ni nostalgias, un ganarle definitivamente al miedo y a la angustia, un vencer incluso hasta la vida, donde por fin dejas tu herencia de ave migratoria, y tu silencio haciendo eco y resonando en aquellos que una vez amaron la cotidiana voz de tus palabras.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Entretiempos y tristezas

Hoy la luz es blanda y gris como algodón recién nacido, aún en el caparazón verde que poco a poco se abre y se mustia, para que el aire goce del laberinto de su tersura, y eche a volar las oscuras semillas que repitan su historia.
El tiempo hoy parece estar destensado, alguien debió olvidarse de darle su toque justo, porque alguien debe de ocuparse de ello a cada madrugada, mientras el resto duerme, alcanzar los cables en quién sabe qué rincón del mundo, y ajustar con un viejo destornillador las clavijas para cargar luego sobre ellas el peso de su propia vida, por un instante, y medir a ojo de buen mortal los niveles de angustia y miedo que serán capaces de soportar las siguientes veinticuatro horas. Y hoy sin embargo ya te digo, los minuteros se sienten destensados y casi se retrasan, y no obstante la angustia y el miedo persisten, colgadas como ropa mojada al viento de la memoria y el olvido. Entre ellas me encuentro, mientras los perros ladran más allá de las ventanas y a orillas del horizonte incompleto, y la luz se detiene en los alféizares para dar la justa sombra de intimidad a lo secreto y la personalísima vergüenza, y la tarde se derrumba como un viejo castillo de arena asediado por las olas mientras la marea crece como crecen las velas de los aniversarios, y las arrugas y el mundo y una historia con mil historias que sobreviven aunque lejos.
Hoy la luz es blanda y gris como algodón recién nacido, y la tarde se despeña desasida y destensada, y el tiempo marcha con retraso, y los perros y la noche ya han reñido por vez primera, y yo sentado en el sofá con los restos de minutos y de luz abandonados, dejo que por fin la noche llegue, para que las sombras y las eléctricas y amarillentas secretas luces, den el escenario justo a esos hombres y mujeres que aguardan con ganas de llorar.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Septiembre

Septiembre se parece a una sombra fugaz de golondrina, al silencio verde del lagarto bajo la cueva, a la brisa esperanzada de las nubes, a la frescura sobreviviente y apaciguante de un incendio cuando se apaga.
Septiembre nos devuelve a una realidad confusa, a medio hacer, inconcreta, al espacio aún extraño de un sueño evaporado y un cántaro de ideas que se mezclan con angustias y deseos.
Septiembre es la revelación de las fotografías, y cuando se siembra la nostalgia para recogerla en un futuro desconocido. Septiembre es un mes en blanco, entre luces y sombras, el inicio de un viaje sin un claro destino.
Septiembre siempre es para los que sobreviven, para los que consiguen cruzar los desiertos del tiempo y el alma, para aquellos a los que el agua bendijo en algún rincón de la canícula, para los que tuvieron suerte y la encontraron.
Septiembre es un país de vivos, un tiempo de privilegio, un portal para la muerte que se avecina al fin de sus días, un horizonte abierto a todo lo posible y a algunos imposibles que definen el concepto de milagro.
Septiembre es el reparto de papeles, la asunción de los destinos, una explosión de mil caminos, una duda, una incertidumbre tan veraz como la vida, y la muerte, que brinda con septiembre su agonía.
Y septiembre es al fin, también y tan pequeño, ese rincón insólito e ignoto, de luz y tiempo, en el que yo nací a la vida.

jueves, 27 de agosto de 2009

Solárium

  El sol relame las babas de la noche, y traga cada sueño hasta el incendio. La mañana queda como una vasta llanura de arena blanca donde el sol va sembrando aristas, sombras, alturas, horizontes, algún color que luego parirá, párpados que se abren y vuelven a cerrarse, corazones, como gotas de lluvia carmesí que al caer revientan en historias y ciudades, y caminos y mapas, e Historia y Geografía, y luego las fronteras, la política, el miedo, la pobreza, la ignorancia y algunas palabras visionarias. Nacen libros y cables, e Internet, un mundo más falso todavía, o más real, ya nacerán los críticos, los sabios, los iguales a ti pero que son los que deciden. También afloran pensamientos acelerados, racionalidad, civismo, odio y los caníbales, instintos que siempre estuvieron allí, islas que aún no han sido descubiertas, y nombres, lo más absurdo y sublime, para nombrarlo todo y a todos, palabras como balas que hieren más profundo y más eternamente aunque a veces el viento se las lleve. Y así todo, así yo también, y tú, y ellos, y una historia inacabada con todas las historias, y milagro que quién sabe, lo que tiene el despertar en el mismo sitio en horas diferentes. La noche es magia y un ancestral aullido de tambores.
  En fin el sol lo relame todo, para luego volver a ponerlo todo en su sitio.

martes, 25 de agosto de 2009

Soledades

  A veces nos quedamos tan tristes que nos quedamos como ausentes pero sin el como, mientras ante nuestros ojos cruzan gorriones y golondrinas, o algún jilguero o periquito que supo abrir su jaula y pasar a mejor vida, y un cielo azul también como imaginas.
  A veces supongo que te echo de menos, como echo de menos a veces la palabra, el instante justo, esa inspiración tan esquiva y nerviosa, esa musa de los escritores y los artistas que parece prostituta porque todos la soban y la bendicen, la ansían y la buscan, pero quién sabe si alguno la paga.
  A veces nos quedamos a medias, muchas veces nos quedamos a medias, a mitad de un polvo o una palabra, nunca es fácil, todo tiene su intríngulis, y no siempre es sencillo escribir o darse por completo, aunque a ratos lo parezca.
  A veces mírame, dando vueltas y sentado sobre un escalón de piedra cualquiera, pensando en no sé qué que sería mi vida mientras la vida pasa, y así me quedo, recordándote también a ti que no te conozco -que no te conoceré porque tampoco es necesario y sin embargo así es más fácil y más hermoso-, como un yonqui de la nostalgia, colocado de melancolía porque quiero, porque no tengo intención de desintoxicarme, porque el día que lo haga echaré de menos estos ratos, y entonces sí, es probable que el a veces triste no sea yo sino mi vida.

Sueños

  Es imposible de alcanzar. Nunca lo conseguiré. Sí, es cierto, soy joven, y podría apostarlo todo y probablemente ganaría, al menos por un tiempo; es ley de vida. Supongo que muchos otros lo intentaron antes, también estuvieron aquí, donde yo estoy, en este mismo lugar, colgados de la misma cuerda, de la misma duda, aunque claro cada cual tiene sus ojos y una mirada diferente, y un horizonte íntimo, también diferente y tan íntimo, plastificado en el fondo de la cartera.
  Siempre quise saber lo que se sentía en los momentos de decidir cosas importantes, saber a qué sabía tanta inseguridad, tanta ignorancia y tanto deseo; y la verdad es que no sabe mal, el corazón se te acelera y los sentidos se agudizan, y parece que la vida es más vida que nunca, y la muerte, bueno la muerte es algo que simplemente es, un secreto universal e inconfesable.
  Ahora, al borde del abismo, cuento mis fuerzas y hago reflexión de lo que queda, de lo que fue, y de lo que será quizás si lo consigo. Quién dijo que perseguir un sueño fuera fácil, pero más difícil es vivir quizás, atado a la rutina gris de la nube mañanera y puntual de un día igual a otro y ninguno parido desde el propio ansia y el propio grito, ese que tantas veces se ahogó para no molestar a los vecinos.
  Hoy sin embargo tengo varias opciones pero no sé si de mí dependen, y me pregunto ahora si alguna vez tuve esa posibilidad de elegir, si la vida es realmente un cúmulo de decisiones propias o viene ya prefabricada con nombre y apellidos y todo lo demás es un cuento de libertad.
  El horizonte se abre con una esperanza yerta y una inmensidad inconcebible, su alucinada luz me daña los ojos, y yo quisiera tener tiempo de sacar una vez más mi particular horizonte íntimo y darle un último beso frío, para quedarme algo más tranquilo, porque ya por fin sé que es lo último que me queda, tras contar mis fuerzas, que ya nada será más, y que éste próximo que me espera, sí será un sueño interminable.


* A Óscar Pérez, in memoriam, que me inspiró este relato. DEP

sábado, 15 de agosto de 2009

De vuelta

  De vuelta, porque casi todo vuelve, si vivo, antes o después, a modo de latido o de recuerdo. 
  De vuelta temprana, conduciendo en el amanecer, fugaz en un paisaje que se incendia, con molinos de viento en un siglo llamado veintiuno.
  De nuevo el mundo, otro mundo, conocido e indescifrable mundo siempre en vilo; regreso a un piso en la penumbra, a un aire enrarecido, a un olvido que caduca con un subir de persianas y ventanas que se abren, y más allá macetas que sobreviven, aunque algunas han caído en las trincheras de un sol que ciega y deslumbra algo más allá de las pupilas.
  De nuevo un poco de vuelta de uno mismo. Tras la nueva presencia, tras la puerta abierta de unas pocas horas, el trabajo permanece, por suerte al fin y al cabo, a la espera de tu existencia renovada, ahora sí de nuevo, con carné de identidad, con nombre y apellidos, esos de los que a veces dudados, los mismos que a menudo nos sorprenden, porque no sabemos de quién hablan, a quién nombran, de quién son dueños en esta función, a veces tan extraña.
  Ahora una ducha, el café, el golpe de la puerta, el viaje y el corazón -silenciosamente alucinado- de nuevo en marcha.

martes, 28 de julio de 2009

Nucleótidos

  Eso es, allí, donde el resto de las cajas, en algún rincón, desordenada, pero que esté a la vista, pese al polvo y a la sombra del olvido. 
  Yo también colecciono inútiles mercancías, en cajones, en armarios, de las que yo mismo me desprendo, pero que me niego a perder. Materiales que sólo yo conozco, a los que únicamente yo sabría darles cuerda, y que sonaran, así cascados, en otro tiempo forastero, como entonces. Nadie entendería su melodía, nadie podría descifrarla tan exactamente como yo. Algunos hablan de retazos del alma, que se nos desprenden en cada cosa que tocamos. Cada cual tiene los suyos.
  Sin embargo todos estamos hechos de lo mismo (adenina, guanina, citosina, timina, uracilo). Todos estamos hechos de lo mismo. 
  Cada día, cuando llegamos a casa y vacíamos los bolsillos, cada vez que soltamos las pequeñas e insignificantes cosas que se nos adhieren casi con indiferencia a la vida, también nos deshacemos un poco de nosotros mismos, nos vacíamos también por dentro, nos preparamos para el siguiente minuto, nos agarramos con fuerza a la eternidad. 
  Hé ahí la magia del recuerdo, eso es, allí, donde el resto de las cajas, el pequeño truco que nos hace mortales, en algún rincón, aquella que nos delata y nos condena, desordenada, y sin embargo: pero que esté a la vista, pese al polvo y a la sombra del olvido: la memoria.

domingo, 26 de julio de 2009

(Falsa) modestia

  Odio a las personas presuntuosas que no hacen más que proclamar a discreción y a la primera de cambio -así, como quien no quiere la cosa- toda su ristra de virtudes al parecer de unas supuestas evidencia y certeza pasmosas.
  Esa frase tópica y típica a partes iguales, redundante cuanto cabe, de: "Yo me considero buena gente...", es a menudo sólo la metafórica puntita del mastodóntico iceberg.
  Además es más, a mí nunca me gustó decir (porque es verdad) lo maravilloso que soy.

sábado, 25 de julio de 2009

Vete tú a saber

  Aquí ando, sentado sobre la tarde, trabajando, si trabajo se le puede llamar a estar recostado sobre un sofá gastado de no sé cuántos años, en un cuarto de hospital, de color rosa (el sofá), esperando a qué llegue algún demente, algún pobre diablo al que le tocó ser el loco del pueblo, o la maruja histérica de la calle, o el cabrón yonki busca-broncas que ahora resulta ser una enfermedad, trastorno límite de personalidad lo bautizaron eruditos de ultramar y transpirenaicos.
  Así digo, algo cansado y aburrido, en este sábado luminoso de julio, entre cristales y barrotes, sedantes y un silencio que amortigua la angustia que ya no nos parece tanta, porque si no apaga y vámonos. He dormido seis horas quizás, he tardado otra media en despertarme, la ducha, el café, los bártulos, las persianas hasta abajo porque es verano, los vaqueros que aún huelen al humo de la noche de ayer que pasan del suelo a mis piernas y cintura, el golpe de la puerta, el doble giro de la llave y hasta mañana si dios quiere, que decía mi abuela.
  Esta noche seguiré aquí, quizás aturdido porque el sufrimiento, fingido o no, pida turno y forme cola como en los mercados, quizás no, quizás fumando cigarrillos y pensando en no sé qué cosas de mi propia vida más allá de este oficio, del trabajo del que me sustento, que amo y odio a iguales partes.
  Dentro de unos días estaré en no sé cuál cala desierta del mar mediterráneo, y estoy seguro de que no me acordaré de este sábado pulcro y blanco, de barrotes y cristales, y olor a alcohol desinfectante y olor a no sé qué que huelen los hospitales. Entonces seré yo, otro yo distinto a éste, que también soy yo sentado en un sofá rosa y viejo de un cuarto de hospital, y llevaré la pechera descubierta, y un bañador muy fashion hasta las pantorrillas que me compré en un viaje a Costa Rica, y me tostaré como un cangrejo, y si no hay nadie me bañaré en pelotas, y me encenderé un cigarrillo igualmente, pensando seguro en no sé qué cosas de la (mi) vida, sin responsabilidad ninguna, y en este caso quizás, ese joven médico serio, amable y educado, se acuerde de su infancia, o vete tú a saber.

jueves, 23 de julio de 2009

Siempre

  No puedo negártelo, te deseo tanto que te sueño cada noche, a cada instante, te beso en el camino, cogidos de la mano, te sueño y te deshojo, y siempre llego casi hasta tu sexo, hasta que las palomas me despiertan, y los borrachos y la plaza, y esos que vienen con camiones a regar la mañana. 
  No puedo negártelo, nunca te lo confesaré, aunque por momentos siempre te comería los labios, cuando me cruzo nos cruzamos, y las sonrisas se enardecen, más la mía que la tuya, seguro, y son tus palabras ráfagas de viento y aromas que ya sé, y no importan tus palabras importan tus ojos, tus dientes tu presencia, no te entiendo porque siempre en el abismo de besarte, en el filo del sueño insomne, y quién sabe, quizás te pase a ti lo mismo, y seamos cada noche amantes sin saberlo, sin tener recuerdo de lo que nunca pasa, sin saber a qué sabe esta y esa carne, trémulas y revueltas de tanta ansia.

Vacante cielo

  El cielo hoy está de vacaciones, y el sol se ha ido y no hace calor sino un viento fresco que parece primavera o más bien otoño, con un silencio inadvertido entre las calles, y coches, pocos, que pasan y algún obrero del estío que corta metales con una sierra, y otros en la plaza que beben cerveza en su descanso de las once y desayuno con un bocata de chorizo.
  Hoy el cielo se ha marchado quién sabe por qué, quizás al norte, habré de preguntarle a mi primo si allí llueve porque en el norte siempre llueve, quizás cansado de tanto calor de tanto peso, de tanto brillo y ausencia, de tanto silencio amortajado con sábanas blancas y mojadas en cuartos sombríos, mientras el tiempo de la tarde devora el mundo y nada pueden los termómetros ni los cactus casi minerales en su exorcismo en las ventanas.
  Dicen los que saben que mañana volverá, si todo sale bien, es decir según lo esperado, el sol radiante arrastrando un cielo mejorado, más azul, casi transparente, pálido azul, algo tembloroso quizás, porque dicen que se bañó en el mar en su escapada, y al agua en agosto no está acostumbrado.

lunes, 20 de julio de 2009

Como flamencos o tortugas

Caminaban todos juntos, en silencio y fila india; cada uno pisaba las huellas del otro, y así iba quedando el rastro de uno solo. Con los ojos bien abiertos, escudriñaban cada detalle entre las ramas, detrás de los arbustos, a cada lado, más allá del cielo verde que los arropaba. Hasta sus oídos llegaban ruidos y cantos de todos los tipos y colores, murmullos y crujidos de ramas al correr, respiraciones entrecortadas y batir de alas cercanos. Toda la música de la selva se iba abriendo a su paso, para cerrarse de nuevo a las espaldas del último guerrero o explorador.

  Cuando llegaron a los límites del bosque el aroma del salitre y el rumor de las olas rompiéndose en la arena se volvieron más embriagadores. Muy lentamente, sin hacer ningún ruido, con una prudencia que era casi miedo, asomaron sus tiznadas caras por entre los árboles últimos que se enfrentaban al rompiente mar y la desnuda e indefensa explanada de arena. 

  Más allá de estar vacía, se encontraba abarrotada de felices domingueros, veraneantes y bañistas en carne viva, con cientos de sillas plegables, toallas, sombrillas y neveras esparcidas a lo largo de toda la playa. Eran una manada ruidosa y chillona, que rompía cada año por las mismas fechas la natural calma de la isla. 

  Ellos sabían que su presencia, de carácter estacional como la de los flamencos o las tortugas, no duraría más allá de los días finales de septiembre, cuando los últimos ejemplares abandonaban la herida y desgastada arena, dejando múltiples deshechos que luego ellos se encargarían de recoger para facilitar su regreso la siguiente temporada.

  Hoy elegirían, como todos los años, al mejor espécimen de todos, no muy viejo pero tampoco excesivamente joven, a ser posible de carnes prietas pero engrasadas, pues era de sobra conocido que las vetas del tocino hacían más sabroso el manjar. También como siempre sería a la caída del sol o en la noche, cuando más indefensos se encontraban, pues eran animales de mañana, y además apenas tenían visión en la oscuridad. Eran inteligentes sin embargo, y aunque individualmente no tenían defensa alguna, como manada podían llegar a ser bastante peligrosos. Por ello el hecho de sólo coger a uno cada verano, era algo que podían llegar a aceptar sin enfurecerse en exceso, sabían que ese era el tributo que debían pagar y que el resto corría a cuenta de un azar desconocido.

  Ellos, los otros, volverían sobre sus pasos a la mañana siguiente con el trabajo hecho, y un día inexacto de agosto celebrarían una vez más, en algún recóndito lugar de la selva, la particular festividad de su poblado con el asado de uno de nosotros.

  Ese año tampoco me tocó a mí. Había estado toda la primavera preparándome; todos sabíamos de sus gustos, y esa era la verdadera razón de nuestra común y obsesiva dieta antes del verano.

jueves, 16 de julio de 2009

Vacaciones

  El muerto, aún somnoliento y con los huesos algo desencajados, se sacudió el polvo acumulado por los años. Quedó por un momento pensativo, casi absorto, mientras las cuencas de los ojos se le acostumbraban a la luz, hasta que un puñado de recuerdos momificados se le vinieron al cráneo como caídos del cielo. Una vez orientado comenzó a caminar, dando algún traspiés por el cementerio. Se paró en el semáforo, cruzó la calle con cuidado y torció la primera esquina a la derecha. El edificio seguía igual, algo más viejo, aunque el portal lo habían reformado. No se molestó en leer los nuevos nombres en el buzón. Cogió el ascensor y subió a la casa. No reconoció muy bien el antiguo olor, que ahora se mezclaba con aromas de lavanda. También los cuartos habían cambiado, pero no le costó encontrar el armario multiusos y coger una toalla grande y esponjosa como las que siempre le gustaron. Luego se apresuró camino de la estación. Tenía poco tiempo que perder, y siempre quiso ver el mar.

miércoles, 15 de julio de 2009

Ilusiones de verano

  Me sorprende la luz de julio, escalando por la mañana y tus ojos verdes y ausentes, me sorprende su caída lenta y dura, sobre vacaciones y recuerdos, siestas y sopores, nostalgias cercadas por el presente y esperanzas como cometas de mar y montañas.
  Desde aquí el trabajo sigue, desde este balcón al sur donde el cotidiano mundo interior se mueve entre sombras y termómetros, asaltado por lejanos parajes pasados y futuros, espejismos irreales del presente onírico, donde la vida sobrevive con aires acondicionados y crepúsculos, aún a falta de palabras y una poesía atrincherada en la garganta, que se niega a florecer en la canícula.

sábado, 11 de julio de 2009

Anonimato

Con los ojos abiertos,
aún caliente,
el muerto descansa, casi vivo,
sobre su lecho.

En un piso cualquiera,
de una ciudad cualquiera,
con una historia cualquiera
de secretos y mentiras.

martes, 23 de junio de 2009

Por este viaje

 Nunca fuiste la primera, nunca la más guapa, ni la más lista, ni la más buscada. Nunca fuiste el rayo de sol radiante, ni el reflejo deslumbrante de la noche, más bien una tibia primavera, un rincón entre luces y sombras, un secreto íntimo a medio camino de un lugar ignoto.

  Nunca fuiste heroína, famosa ni protagonista, esa fue tu suerte. Porque así te fuiste dejando vivir, con íntimos juegos de infancia, con gente como tú, con vidas anónimas y un puñado de sueños.

  Supiste de los besos claros como lunas, de labios rojos como flores rotas, de orgasmos reales y fingidos, tan auténticos, de senos y de mástiles. Supiste del alcohol y la pasión, de la tristeza y lo que duele, de una angustia a veces, tan real como la vida. Supiste que aquí no se regala nada, y que tampoco todo es justo como dicen, supiste caer y levantarte, niña y mujer en una sola.

  No puedo adivinar si tu vida fue de puta o abogada, si volverías atrás por un instante o para siempre. Sólo sé que nunca fuiste la primera, que no hubieras podido serlo, que te tengo enfrente de mis ojos, porque la vida a veces nos convoca en los mismos vagones, y el trabajo aún queda lejos, y por este viaje he decidido quererte.

miércoles, 17 de junio de 2009

Siete vidas

-Apuesto una de mis siete vidas a que esta partida te la gano.

El tiempo parecía pasar con una indolencia de limbo vacío.

Se escuchó un estruendo seco y repentino y el sordo golpe como de algo cuando se quiebra.

Así fueron cayendo todos los rehenes.

No eran gatos sino hombres. No era un cuento sino guerra.

jueves, 11 de junio de 2009

Ya te he dicho que no quiero (La vida moderna)

Ya te he dicho que no quiero, hoy no es buen día, tengo mil cosas que hacer, y desde luego hoy no tengo tiempo para morirme. Pásate mañana, y ya veremos.
La Muerte se dio media vuelta perpleja, no podía creer lo que acababa de oír, pensó que quizás debiera hacer algún curso de reciclaje para la vida moderna, se metió en la primera boca de metro que encontró, cabizbaja, esto ya no es lo que era.



(Este relato es mi aportacion a la idea de Malena de hacer un "taller de minis"; tanto este como todos los demas los podreis ir encontrando en ladistanciajusta, aunque por el momento la idea acaba de empezar y creo que solo hay publicado uno)

domingo, 7 de junio de 2009

Deseos

  Amanecía como cuando amanecen los días que no son del mundo. Con una luz ausente y dormida en el polvo de objetos pequeños. Sobre tus párpados, haciendo columpios entre pestañas, sobre tu piel, prendiendo el ingente amor nacido de la noche. 
Amanecía y eras tú de nuevo, era la mitad de una vida arrumbada entre recuerdos y otra mitad al borde del alba, arrastrada por las redes de tu pelo, arrancada del sueño y entregada con rumor de olas y gaviotas. 
Amanecía y sabía a mar, a salitre oscuro y a pura sal todo tu cuerpo, abandonada tras el sudor de tu latido, mientras abrías los ojos y tu mirada era de la profundidad más bella, más alucinada, y todo era una pausa, un interludio a la espera de tus labios, a la espera de un gesto mínimo de tu carne para romper el mundo entero en el beso de un instante. 
Amanecía, y no sé desde qué mundo o de qué poema viniste a despertarme, con la dulzura rota de mi semen, tu falso recuerdo, y toda una vida por delante.

Tu sombra

De espaldas al crepúsculo
te marca el camino.

De cara al alba
asume tu olvido.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Skye Island (De vuelta a casa)

  Atardece lánguidamente y en silencio, ese sol frío y casi blanco, desaparece en su preñada plenitud de montañas y lagos. Estamos muy lejos del Sur, muy al norte, este paisaje lunático se llama Skye Island.
  Regresamos con el alma arrasada de silencio y eternidad. Hacemos una última parada frente al puente que nos llevará de vuelta a casa, al otro lado del mundo. Nos quedan casi quinientos kilómetros para llegar de nuevo al punto de partida; casi cinco horas atravesando bosques, conduciendo por la izquierda, por carreteras de un solo carril en cada sentido.
  La noche se abate sobre nosotros, sobre nuestro coche alquilado, sobre las decenas de instantáneas que se acumulan en nuestras retinas quemadas de tanta belleza. La noche es tan cerrada, tan ancestral y primitiva, que los faros apenas desgarran la oscuridad de su abismo.
  Conduzco a ciegas, casi, con el instinto. Atrás ya duermen, apoyados los unos sobre los otros. Mi acompañante comparte conmigo el alucinado silencio. En las curvas algún pensamiento queda atrapado en el tapiz de ramas, emociones aún recién nacidas, que quedan en el camino para morir.
  Sólo nosotros cruzando la noche, corazones latiendo entre la vigilia y el sueño, a ochenta millas por hora, sumidos en el trance atemporal de la noche primigenia. Hacia un lugar que suponemos sigue estando allí.

(...El ciervo se atravesó como un fantasma vivo, 
tan vivo como nosotros...) 

lunes, 25 de mayo de 2009

Paradoja

Siempre quisimos ser otros
sin dejar de ser nosotros.

viernes, 22 de mayo de 2009

Cosas del morir (la razón de la ceniza)

  Si alguna vez me muero, que aún está por ver, que me entierren si quieren, o que me quemen. 
  Y si me queman, que esparzan mis cenizas sobre la tierra húmeda de la tormenta, allá donde mi pueblo, o sobre el rayo que las clave para siempre sobre el árbol, o sobre el arcoiris, multicolor difuminadas, o que sirvan para blanquear los dientes de mis allegados, como natural e íntimo dentífrico, o que hagan infusión con ellas, reminiscencias minerales, y las tomen a las cinco de la tarde o a las diez, antes de acostarse como hacen las abuelas, o que las dejen volar, de océano a océano, para ver a dónde llegan, o que las dejen olvidadas si lo prefieren, en los rincones del viejo horno crematorio apalabrado, o las repartan como souvenir atemporal, en tarritos reciclados de mermelada unidosis, a ser posible de manzana, que limpien con ellas las maderas de la alegría y su nostalgia, que las encierren en su pequeño corazón acristalado, que les vuele el aroma triste del recuerdo, que las usen si hace falta como fetiche mis amantes nunca amadas, que les escupan las otras y las tiren por el váter, que se las eche al bolsillo, mi amigo, antes de morir, que me las traiga, eso sí, que no me dejen por favor, en el aparador de la salita, sin aire fresco, entre las rancias fotos del pasado, pues así de esta manera, de nada sirven las cenizas, que no son como los sellos, no ganan valor con los años.
  Y si no, y si me entierran, que planten alguna semilla a mi lado, justo a la altura de la cuarta costilla izquierda, en pleno corazón, a ver qué es lo que sale.

...sígueme hallarás tu recompensa

  se deshace la tarde como un papel de estraza mojado y viejo
  se deshace la luz destejiéndose sobre los árboles 
  el viento pasa arremolinando la vida como un tren sin parada
  hoy anochecerá camino de junio 
  un poco más tarde
  
  se deshace la tarde y me deshago yo repitiéndome 
  a lomos de la memoria esclavo de la emoción varada 
  en algún lugar que desconozco
  ella habrá de sobrevivirme como un galápago de 1000 años 
  lento en el morir 
  asumiendo el mundo y su pasado
  la nada y su nostalgia 
  el futuro y la dureza de quien está dispuesto a derrotarlo
  
  mis manos teclean tenuemente iluminadas
  mientras yo espero a que las redes de la tarde arrastren secretos hasta la orilla de las últimas luces
  mis pies que pisan el presente y el futuro a cada paso
  dejan sus efímeras huellas
  como quien deja un regalo para el olvido... 

martes, 19 de mayo de 2009

"Esta es mi casa"

No cabe duda. Ésta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Ésta es mi casa detenida en el tiempo.
Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.

No cabe duda. Ésta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.

Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.

M.B.

(Ayer murio Mario Benedetti; a mi me han entrado ganas de llorar, y sin duda hoy el mundo es mas triste).

sábado, 16 de mayo de 2009

Plata no es, oro parece

 Camina lenta por la plaza toda llena de gente, atardece aunque no viene al cuento, un negro con rastas ameniza la velada con una guitarra, Bob Marley y unas cuantas monedas en el suelo. De pelo y ojos castaños, a media melena que se ondea con el viento, rasgados por pestañas largas, esbelta figura arropada por una ligera chaqueta oscura de medio talle, de esas con cinturón caído sobre hebillas por la espalda, apenas 20 años, inconfundible, con una cáscara de plátano en su mano. No, creo que no he quedado con ella, nuestras miradas se cruzan, yo voy solo. No puedo más que quedarme con la mirada fija sobre su cáscara, sobre sus ojos, sobre su pelo y sus pechos turgentes tras la ropa. Recuerdos de juventud me vienen, sabor a plátano.
- ¿Dónde coño hay una papelera? -se pregunta ella- ¿y qué hará ese gilipollas mirándome?

miércoles, 13 de mayo de 2009

Necesidades

  Te desnuda la tarde en su silencio, saliendo del trabajo, acompasadamente con el último vuelo de la luz, mientras pierdes los colores que te ocultan, el rímel y el maquillaje que te esconden, dejando a merced del horizonte incendiado el secreto de tu rostro, poco a poco, el viento roba tu sombrero revolviendo en el aire tu pelo y su perfume, y notas su frescura, y se rompen tus tacones que la acera fagocita fetichista, cuando aún queda luz, y la elegante gabardina huye abandonada en el asiento del bus acostumbrado, al subir las escaleras los zapatos quedan ya para el olvido, la oscuridad y quien descubra tu camino, el bolso junto al quicio de la puerta, la blusa sobre una silla en el salón, la falda en la cocina, el sujetador en el suelo del baño, todo tan blanco, tan perfecto, tan bien planeado, mientras el silencio ya es murmullo y una respiración acelerada, tus bragas a tus pies junto a la cama, esperando desnuda, tersa, inquieta y húmeda, la tarde ha terminado su trabajo y se retira, a que alguien venga y te folle, sacrificio de la noche, para así continuar con tu vida mañana.

lunes, 11 de mayo de 2009

Ave del Paraíso

  No chilles, no chilles.
Pájaro del Paraíso: no levantes tu vuelo.
Que una bala de plata te espera,
una lágrima oscura te busca.

No sé por qué. No me lo preguntes.
Será porque te llamas Ave del Paraíso,
será porque la luz se inclina sobre ti hermosamente.

Escóndete y no cantes. Sumérgete en la espesura.

Lo sé. Te desean muerta entre sus manos.
Es por la belleza asesina que regala a veces el cielo.

Lo sé.
Yo también he violado a niñas de ojos azules.


(un poema muy antiguo; hace diez años que lo escribí...)

martes, 5 de mayo de 2009

Una extraña nostalgia

  Mirabas la calle desde abajo, dudando aún si regresar, después de muchos años. 
  Yo apenas te recuerdo; me queda un vago sabor a leche tibia, el aroma indescriptible de tu cuerpo, el suave tacto de la piel y el tierno contacto de la carne, un calor dulce, unos ojos borrosos creo que marrones, y algo así como un amor inexplicable. Eso me queda, y tu silueta de aquel día, al fondo de la calle.
  No sé por qué fue así, y nadie supo contestarme. Algo me contaron de tu historia, fotos en las que yo no te reconocía, historias para reinventar un pasado vacío.
  Lo único que sé es que era primavera, en abril, una tarde iluminada, yo jugaba en la puerta y de repente tú, allá abajo, tu silueta sin lugar a dudas. Duraste así unos minutos, estoy segura de que me reconociste, antes de dar la vuelta y desaparecer.
  Ya ves, ahora me acuerdo de ti y de tu fantasma, de aquella primavera y de aquella tarde en la que supe descubrirte calle abajo -por la misma que dicen que te fuiste-; llevo meses soñando de nuevo contigo, y ahora me entra una extraña nostalgia, mientras abrazo a mi hija recién nacida.

domingo, 3 de mayo de 2009

El cielo es gris (el hilo de Ariadna)

  El cielo es gris, hace frío, y las hojas se mecen despidiéndose, del aire o del mundo. Tu mirada, de colores profundos, se pierde en el rumor del viento nórdico.
  Todo calla en esta mañana acallada, donde cada uno inspecciona cajones olvidados, y saca poco a poco recuerdos, y los mira con ojos extraños, y se reconoce en alguna mirada, en alguna prenda de vestir en verano, en alguna palabra también lejana.
  Casi desnuda, en el hueco de tu casa, paseas las estancias, en camiseta, en pantalones de algodón o pijama, con pechos turgentes, con manos inquietas, con amor y sexo en tensa alarma.
  Rebuscas secretos, cosas que nunca supiste que sabías, sueños que esquivaste para salvarte de no sé qué. La casa en silencio, y un puzzle de infinitas palabras que ordenan tus dedos, rehaciendo laberintos que te guíen, hacia el futuro o hacia el pasado, es decir hacia ti misma, al borde mismo del latido.
  Como el hilo de Ariadna, las palabras, sorteando la furia de la angustia vital y de la muerte, te acercan al suave y cálido olor de tu cabello rojo, que acaricias despistada, mientras tu mano se introduce entre tus labios, y tus dedos te desbrozan, en un estallido mudo, pasional y gris de hojas despidiéndose, con todas tus palabras que renacen, y te sobreviven, y te abren el camino, desde cajones olvidados a miradas que regresan, al siguiente latido acelerado, en la calma y las voces que te llaman, con tu nombre dulce enamorado.

sábado, 2 de mayo de 2009

Como hojas de toda clorofila

  Los pájaros cantan, de rama a rama, bajo el cielo gris y pasajero, con aviones despedidos hacia el olvido, el recuerdo o la nostalgia, con besos que se quedaron en camino, pasiones que caen por el peso de la gravedad, y azafatas dueñas de un corazón amargo detrás de la solapa.
  Los pájaros cantan y es sábado, fresco y primaveral, amenazando lluvia en esta isla tan al norte, en este collage de chimeneas, azules y grises, ocres y verdes como hojas de toda clorofila.
  Entre ladrillos levantados escribo, hace años a manera de casas, si cierro los ojos puedo soñar con un bosque, están lejos las avenidas.
  El sol se filtra, como el primer café de la mañana, se estrella en los muros tenue y en tu cara, parece que cura las heridas.
  Piensas y te ausentas, aletargada entre palabras, pronto saldrás afuera, con una vieja camisa de algodón y manga larga, que no sabes quién la dejó una vez abandonada sobre tu lecho, y encenderás un cigarrillo.
  Entonces te vendrán a la memoria los días de camping de tu infancia, con la mirada arrugada contra el sol y las diferentes ramas, y el verde de toda clorofila, y esas hojas tan oscuras y afiladas, y ese árbol que te recuerda a las encinas.
  

miércoles, 29 de abril de 2009

Será mañana

  Será mañana, cuando la luz naciente te acaricie los párpados, y de repente despiertes, algo desorientada, con la radiante lucidez de quien ha de morir y lo había olvidado. 
  Pensarás en las palabras, en el ansia, en el artificio de los sueños. Entonces vendrá el abismo por un instante, porque no habrá escalones hacia ninguna parte, ni truco tras la magia, ni párpados que se cierren y se escapen, ni forma de negarse a ser parte de la nada.
  Te rendirás entonces, con los ojos somnolientos encallados en la pared o el suelo cotidianos, el techo o el armario de costumbre, y las manos aún lentas en el tacto de la almohada y de las sábanas calientes que te tapan.
  Y todo será más fácil, más sencillo, sin dudas ni preguntas superfluas. Tan sólo una suave calma, iluminada por el alba, y una felicidad porque al fin y al cabo tan sólo esto: cierta levedad y el recuerdo de antaño, cuando la muerte no era palabra, mientras regresas al mundo de los sueños, y también las estrellas se rinden y se apagan, como tus párpados, y el sol nos besa omnipresente la suerte de los labios.

lunes, 27 de abril de 2009

Atardecer

  Sigo detrás de la tarde, antes de marcharme lejos, sigo buscándola con el afán de la tristeza, con el afán de los pájaros que cantan la muerte sobre los árboles, con el afán del aire, que recorre sus calles despidiéndose.
  Sigo detrás del ocaso, como quien sigue a una lagartija entre hojas secas malherida, o mira a un gato tuerto cruzar por los tejados, con la misma ausencia del que dice adiós sin esperanza.
  Sigo detrás del incendiado horizonte hasta su muerte, con sus pájaros caídos en silencio, con sus árboles quietos y sin aire, con su instantánea en blanco y negro para el olvido.
  Luego me doy la vuelta y canto, adentrándome en la noche, porque sé que tras su abismo vuelve el mundo, y sigo vivo.

Infancia

  Sin pensar en las posibles consecuencias escaló hasta el último peldaño, se agarró fuerte al último hierro amarillo o azul, cruzó una pierna por delante y sobre si mismo se alzó todo lo que pudo hasta tocar el cielo.
  Luego miró a su alrededor, el mundo entero a sus pies, ya nada podría resistírsele.
  Era la grúa más alta de todo el barrio, y estaba deseando llegar a casa para contárselo a su madre.

Sin necesidad de argumentos

  La noche regresa
cuando la tarde aún es el recuerdo 
fresco de una sonrisa y miradas 
cruzadas y una ciudad vacía
y pasos nómadas y perdidos 
fuera del laberinto sin historia 
que suceda más allá 
de la muerte con el olvido 
barriendo nuestras huellas 
y una felicidad
sin necesidad de argumentos
atardecida.

domingo, 26 de abril de 2009

Quién sabe

  La noche, la media noche, la madrugada
con tus zapatos abandonados por el suelo 
los calcetines en paradero desconocido y ovillados
tú con los ojos cerrados sobre el lecho
medio desnudo, medio desnuda
tu pecho que palpita y lentamente se oxigena
tus manos a medio cerrar reteniendo fantasmas
tus pies desnudos como vigías del sur
tus piernas entregadas a los sueños
tu sexo en profundidades que yo tampoco sé
y tu vientre que palpita por momentos
mientras yo te escribo, y te invento
y quién sabe
si no has existido siempre.

viernes, 24 de abril de 2009

Primavera

En primavera el sol se suelta los cabellos
de luz dorada y los agita
como una bella joven con vaqueros que camina
por la calle como quien anda por la casa
descalza, en prendas menores, recien levantada
por la tarde y te besa los labios
o los de un vaso de agua 
fresca y por el ventanal de la cocina 
se refleja en el brillo de sus ojos 
su propia vida dorada, 
como tu deseo,
tu piel y tus palabras.

miércoles, 22 de abril de 2009

Además es más

La noche me recoge como un huérfano, me pregunta qué hago aquí, tan lejos de casa. Yo no sé qué contestarle, ni siquiera sé dónde está mi casa, ni quién soy, tan joven ahora, tan pálido, tan de sueño o pesadilla.

Lentamente me introduje en su silencio falso, en su murmullo incesante de realidades y secretos, nunca antes te había conocido así le dije, nunca antes te dejé me respondió, pero hoy estás buscando algo. Una vez mas no supe que decir, pero seguí caminando, entre brumas y cenicientas luces de estrellas o bombillas.

Poco a poco, con la noche acompañándome, comencé a recordar el atisbo de un sueño, de una nostalgia, o un poema de niño. No supe adivinar el porqué de ese recuerdo, mientras la noche me escudriñaba en su silencio.

Luego todo fue más fácil -la noche sonrió-, aunque al principio no estuve seguro de que aquella fuese tu casa, y por un segundo me costó traerte al flote de las sensibles aguas superficiales de la memoria. Supe que tú ya no estabas allí, como yo tampoco; supe que lo estuvimos, y entonces fue cuando lo recordé todo.

En aquel momento amanecía, la noche había desaparecido creo sin despedirse, una fría mano de luz recién abierta me acarició la espalda, era hora de marcharse. Quise recordarte aún más, reavivar el sueño y la nostalgia, pero no tuve más tiempo que el del poema para leerte sus últimas palabras:

"...y además es más:

nadie sabe lo mucho que te quiero."

lunes, 20 de abril de 2009

Receta de payaso (el escritor inédito)

Necesitas un poco de la ausencia, de la vieja sombra de la tristeza detrás de ti, con sombrero quizás o gabardina, dándole ese toque cinematográfico que a menudo a la vida le falta.
Necesitas un poco de dolor, ahogado y seco, de un solo trago, sin gritos y sin lágrimas.
Necesitas un buen caldo de recuerdos, viejos y manidos por el uso; las madres de la memoria en constante metamorfosis, su vertido al presente de colores y luces delatoras e inesperadas.
Necesitas soledad, y una lucidez oscura y profunda, somnolienta, que sepa buscar las puertas traseras del instante, que se niegue a desalojar a la angustia del sueño, que traiga a flote, con el afán indestructible del cazador, el surrealismo y la locura que nos hace.
Necesitas todo esto, cada vez que lo intentas, y te maquillas en silencio, con toda tu ausencia y tu tristeza; mirándote al espejo con el dolor a flor de piel, colgandote el vivo disfraz de recuerdos sobre los hombros, y la angustia como ridícula nariz roja y absurda. Lo último es el bombín de la soledad, mientras la gabardina y su parda lucidez te devuelven una sonrisa ensayada, desde el espejo del cuarto de baño como camerino de inéditos.
Así ya estás, de nuevo preparado, y así te sientas ante otra tarde para que dore con su silencio tus juegos de palabras.
(Y eres feliz, de nuevo en el escenario.)

domingo, 19 de abril de 2009

Saudade

Acabas de ducharte, te secas con una toalla azul de manos que apenas puedes atarte a la cintura y que huele a tabaco; te secas con el humo invisible y cultivado, es lo que tiene una habitación tan pequeña y el vicio del cigarro.

Te vistes con medio pijama -los pantalones- y una camiseta vieja de algodón de manga larga. Te sientas en la silla, la toalla en el respaldo, miras a través de la ventana y comienzas con los dedos:

“Hoy tengo saudade, o nostalgia, es lo mismo mientras cae la tarde, y los árboles se tornan grises, perdiendo la luz verde de sus hojas, sombras ya acariciando el cielo rojo, como plumas o pinceles que lo pintan, que habrán de dibujarlo hasta la plena oscuridad del olvido y de la nada...”

Hoy tienes saudade, supones de la infancia -no eres tan viejo-, supongo de tiempos mejores, más felices, más lejanos al fin y al cabo, quién sabe lo que fueron.

“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, no sé dónde va, no sé lo que quiere. Los árboles me miran, me inquieren lo irrevocable. El cielo me mira, no sé lo que quiere, no sé lo que hace...”

Hoy tienes saudade, parece una excusa aceptable; vas a parar, un momento, para beber agua....y vuelves, abres la ventana -aún los pájaros cantan- invitando al humo a marcharse.

“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, lo miro en silencio, lo escudriño, parece que se va a morir, parece que está triste...”

Hoy tienes saudade, y el cielo parece acompañarte, o así quisieras, o así nos cuentas.

“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, lo miro en silencio, lo sopeso, qué voy a hacer contigo pienso, cómo puede ser que hasta mí hayas llegado para morirte, eres el primer cielo de mi vida entre mis manos; y vienes para morirte. Los árboles nos miran, te buscan, a mí no pueden pintarme...”

Hoy tienes saudade, sin saber exactamente qué significa, pero sintiéndola como el cielo entre tus manos; qué maravilla pensarían muchos, y estiran los brazos con las manos abiertas.

“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, lo miro en silencio, lo sopeso, pero no pesa y ya se ha muerto. Ya se ha muerto pinceles, o plumas, u hojas de árboles. Ya sólo un gurruño, el papel de un niño dibujado.”

Hoy tienes saudade, y ya se va, y de camino viene el hambre, y el sol es ya sólo un recuerdo en la retina. A punto de acabar yo decidido imitarte, porque también es mía la nostalgia, y el hambre, y la tarde ida, y la noche que se abre para abrazarnos en uno solo en esta ciudad lejana. Déjame que te escriba, que me escribas:

“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano; lo miro en silencio, lo sopeso, pero no pesa y ya se ha muerto, y va directo a la basura, como poesía caducada, el cielo y la saudade, como usado chicle sin sabor, porque la cena espera, y voy a lavarme las manos, y esta noche las sábanas soñarán con tabaco...

Tan lejos y tan cerca

"Llevabas cinco días muerta...”
Desde el balcón, mientras escribo, pienso en ti despierta, azul y verde, porosa y suave. Pienso en tus labios rojos de carmín, en tu mordisco, en tu sonrisa atravesando, como cristales de espuma, mi mirada ausente.
Mientras cae la tarde, y ya la noche asume el mundo y sus fantasmas, pienso en ti como nunca supe, cuando aún dormía sobre tu pecho, ignorante de la muerte, feliz supongo en el silencio de un paraíso inalterable.
Nunca supe y ahora sé, mientras escribo, y cae la tarde y los fantasmas, y tú ya no roja, tú ya no azul o verde, tú dormida, tan lejos y tan cerca, sobre mi pecho.
“Llevabas cinco días muerta... al igual que yo, con una pistola sobre la mesa.”

Amanece tan pronto

Amanece tan pronto, que ya todo da lo mismo. Recuerdo la frialdad de la noche, su humedad sobre la piedra, la luna herida a través de los barrotes. Recuerdo las nubes pasajeras, deshilachadas en grises brumas, a punto de caer como rocío.
No cerré los ojos, ni una sola vez, no quise mirar atrás, y si lo hice en algún momento, fue para buscarte, para besarte una vez más, con un amor infinito, para sentir por última vez la dulce rugosidad de la memoria.
Esperar, quién sabe lo que significa, cuando nada ya se espera; y sin embargo así fue, con los ojos abiertos como mundos, con los pulmones ahogados en la brisa, con los oídos absortos en el último rumor.
Tocaba la piedra, su rugosidad contra la mía, así me fui muriendo, en paz con la luna, con el rocío en mis pestañas, con mis labios en tu boca, tan lejos y tan cerca como nunca.
Amanece tan pronto, que casi ya no escucho -muerto antes de caer la guillotina- como me dice el verdugo: "...ten cuidado, no vayas a pillarte los dedos, amigo."

"Some like it hot"

Él, lleno de ardor y desprecio, pensaba en el final. Pero claro, qué final, era incapaz de imaginárselo. Quizás, pensó, uno de esos de los cuentos, las perdices le gustaban, eso era seguro. Quizás, por otro lado, fuese mejor algo más impactante, como un tiro por la espalda, y el malo huyendo bajo la lluvia. También, era otra posibilidad, algo más sexy, con beso y lengua incorporada, para regusto del personal. Sin embargo nada como unos puntos suspensivos, de esos enervantes, con un continuará de culebrón. Todo valía, hasta un chiste mal contado -”Bueno, nadie es perfecto”-, todo fuera por ganar ese maldito premio de una vez por todas.

una sonrisa

La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él era una sonrisa inquebrantable, indestructible gracias al paso del tiempo, una sonrisa a veces luminosa, otras cargada de sombras; pero una sonrisa sin dudas, nacida día a día entre polvo y sueños viejos, sobreviviente y tenaz, testigo de recuerdos desgastados, celeste y ocre, manto de raíces vagabundas.
No recuerdo la ciudad, ni el país, ni la guerra, ni la edad que atesoraba el arco de sus labios, pero recuerdo que los estallidos sonaban ensordecedores, y que su sonrisa seguía ahí, inmutable, como un canto en silencio a la esperanza.
Y con eso nos dejó, con esperanza desbordada, pese a todo, a borbotones, con sueños que se adherieron a nosotros inmortales, raíces que se aferraron a nuestras manos sobrevivientes, recuerdos que mutaron repentinamente antes de morir para no morir.
Todo aquello nos dejó, mientras su boca se rompía en mil pedazos, junto con todas las sonrisas del mundo.

...

Voy a escribir lo primero que se me pase por la cabeza.
Y lo primero
amigo
fue una
mosca.

Trámite o milagro

Tenía miedo, no sabía lo que le esperaba, y no lo podría saber hasta que llegara el momento. Sabía que no había marcha atrás, que era un trámite o un milagro, que todo el mundo, desde que el mundo era mundo, había pasado por ahí. Pero estos pensamientos no podían acallar su miedo a lo desconocido, su sentimiento de soledad, dejando atrás todo aquello que conocía, embarcándose en un viaje quizás interminable. Por otro lado, sumido en la ceguera de lo ignoto, destellos de vaga luz soñaba, mientras todos sus recuerdos se iban quedando atrás, y el olvido lo iba envolviendo, preparándolo poco a poco. Qué habría mas allá, cómo sería lo que aún no era, hacia dónde y para qué; también las preguntas se iban esfumando, mientras sin darse cuenta iba cayendo en un sueño profundo como nunca conociera. El mismo miedo se quedaba atrás, ahora sí tan solo él quedaba en la soledad más absoluta. Ya estaba preparado, ya no era él, ya todo era silencio y olvido.
Tenia miedo -ante el trámite o el milagro- y estaba a punto de nacer.

(sin título)

El valle se deshace en sombras mientras tú levantas el mantel de la mesa y lo sacudes sobre la cocina. Las ventanas allá dan al oeste, y el blanco frigorífico ahora es rojo, y nuestra foto verde del pacífico también, donde igualmente bellos eran los ocasos, más aún, aquí nos falta arena para enterrar los pies ante la muerte.

Cómodo en el sofá miro tus piernas, perfectas claro, yo las elegí entre la multitud, contigo de regalo. Hace años, o meses quizás, quién sabe si sólo han pasado días desde que nos conocimos, ya no puedo decirlo.

Al principio fuiste morena y joven, con cara de india, contigo descubrí algunos secretos profundos y húmedos que aún se me negaban, creo que tú los descubriste todos.

El jardín está hermoso por las tardes, me gusta salir a regarlo, cuando los niños regresan en sus bicicletas de colores, y tú preparas la cena, siempre antes del ocaso. (Es verdad, a veces la preparo yo, pero se me hace tarde).

Voy a acercarme al dormitorio, allá entre los prados, es un paseo pero no muy largo, diez árboles más abajo, y ya luego sólo nuestro lecho, entre millones de briznas de hierba que miran al este. Como no tenemos cortinas aquí los gallos no cantan -no tienen que despertar a nadie-, todas las noches siembro una flor a tu lado de la cama.


Un día, aún lo recuerdo, quizás hace tan sólo unas horas, crecimos juntos y éramos ya casi tan grandes como el frigorífico, y los pies se nos salían del sofá, y sabíamos más cosas es verdad, y el sol nos doraba dulce en su agonía, y tus cabellos eran rubios como los de una sirena, y plateados cuando por el ventanal del salón entraba la luna con tibieza de leche en el suspiro fresco de las olas susurrantes a la orilla del mar hacia el que construimos este lado de la casa. Por aquel entonces tú ya sabías más cosas que yo, y tenías los ojos azules más hermosos de la tierra.


Yo solía entretenerme mirándote, como ahora hago, compartíamos silencios, y te enseñaba las pequeñas cosas a las que yo me dedicaba, como no pensar en nada, y dormir con los ojos abiertos, o inventarme palabras, y secretos que sólo a ti te contaba, y hacer poemas fugaces que iba olvidando, letra a letra, tan largos como bobinas de hilo de esas de coser botones de camisa: blancos, azules, marrones, ahora de qué color lo quieres, te preguntaba yo, negro como mis ojos, me respondías.

Porque una mañana amaneció y tus ojos eran negros, y toda tu piel, y tus labios una maravilla sobre los que aprendimos aún más secretos inconfesables. El sol disfrutaba de tu tacto, sedoso patinaba por tu espalda, se amaba a si mismo amándote sobre la tersitud y dulzura de tu vientre. Eras de ébano, como algunos dicen. Aquellas noches bailamos, casi hasta el amanecer, e hicimos fogatas en las montañas del sur, donde dormimos bajo estrellas distintas, y una vez más nos juramos amor eterno.


Yo también he sido muchos distintos, tantos como hombres han existido en la tierra, pero igual te he amado, y me has amado creo, igualmente de todas las formas distintas.


Sí, este es buen momento para leerte todo lo que sé de Cortázar, y Borges, y Neruda, y Vicente Huidobro, y Walt Whitmann, y tantos otros que nos enseñaron el camino, a veces sin darnos cuenta, que nos regalaron todo lo que tenemos; nosotros sólo tuvimos que comprarnos el sofá y el frigorífico, y la cama; para la flor que te siembro cada noche el dinero no existe.


Algún día pienso, mientras guardas el mantel y vienes y me acompañas y damos la espalda al sol ya ido y miramos cara a cara al mar y las estrellas; algún día supongo que habremos de hacernos viejos, pero viejos de verdad, y quién sabe, supongo que habremos de morirnos.

Tú, que ahora nada piensas, mientras la luna te ilumina el pelo blanco como la leche, ya no sé de dónde eres, ni de dónde viniste, sabiendo sin embargo que eres todas las que conocí desde ayer, o desde hace años, o desde hace un siglo, ya no puedo decirlo.

Mis manos arrugadas te arropan, porque tú ya estás vieja, y sabes más que yo, y ahora habré de llevarte a la cama, no muy lejos, diez árboles más abajo, allá entre los prados; para enterrarte en tu lecho, dejándote todos los besos del mundo entre tus brazos, y todo mi amor acompañándote, eternamente, más allá del viaje estelar de tus huesos. La flor esta vez habrá de crecer hasta convertirse en árbol.


Yo también debo irme, aún debo volver al salón, antes de que amanezca: limpiar el sofá de los últimos restos, cerrar las ventanas, vaciar el frigorífico y apagar la luz. Que todo esté listo para los nuevos inquilinos mañana.

Mientras camino sendero arriba, en busca de todas las ciudades del mundo, amanece el sol a tu lado, y se detiene a rendirte homenaje; quizás nadie más que él y yo sepamos que fuiste, pero así fue, y ahora eres roble, o encina, o caoba, o ébano o eucalipto.

Yo voy camino del mundo, en busca de Borges, Neruda o Cortázar, o cualquiera de todos los otros, con mis manos arrugadas, que me digan dónde se mueren los personajes.

A J. A. Goytisolo (in memoriam)

Mi mundo

no es muy grande, cada cual tiene el suyo.


Mi mundo

es como la palma de mi mano,

en ella puedo mirarlo.


Mi mundo

tiene islas, y una memoria

como el océano.


No sé cuántos años tiene

mi mundo,

pero tiene las líneas largas,

y lugares llenos de gente,

nubes y objetos perdidos,

sueños como lluvia y rincones olvidados.


Por

mi mundo

cruzan aviones, y navegan barcos,

y niños que van en bicicleta

y viejos sentados en las puertas de las casas.


Tuvo suerte

mi mundo,

no vivió la guerra.


Mi mundo

está lleno de tesoros

de libros y fotos,

siempre desordenados,

y zapatos que colecciono, y sombreros

que siempre pierdo.


Tiene abrigos

mi mundo,

y nostalgias, y millones de deseos,

y esperanzas debajo de las piedras.


Mi mundo

viajó, un día

y se hizo grande,

y atrás quedaron las cajas cerradas,

las cartas

y los sombreros

olvidados en habitaciones vacías

que aún perduran como estaban

donde se cultiva el tiempo

con polvo, y sol

y lluvia en los cristales.


Viajó

mi mundo,

y se hizo grande,

cuántas calles, cuántas ciudades

cuánta vida derrochada,

mi mundo

fue sembrando sueños,

el tiempo habrá de cosecharlos.


Pero en

mi mundo

aún hay dragones

y circos con enanos, y princesas

y nenúfares, y príncipes a punto de croar,

y hechizados, y brujas hermosas

y piratas honrados.


Vuelve Jose Agustín, vuelve aquí

tan estimado,

y enséñanos

el mundo,

al derecho o

al revés,

con el lápiz en tu mano.