domingo, 8 de noviembre de 2009

Metamorfosis

Saliste a la luz cuando la noche entró en su curva más oscura, llevabas el pelo revuelto y el aroma de quién regresa de un sueño o de otra vida. El aire frío alborotaba tu piel amada, y tus labios tiritaban el rojo rastro del amor.
La luna nueva era la ausencia de otra luna más lejana, olvidada en algún rincón de la memoria o el cuerpo alucinado. Eras tú o no eras tú, en un paisaje extrañamente conocido.
Qué hubo de quedar en el lecho más profundo de la noche, crisálida muerta una vez rota tu membrana.
A base de espasmos y gemidos, por primera vez saliste a la luz de la noche oscura, y echaste a volar, y con tu luz fuiste incendiando el mundo.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La propia vida

La mañana era una nueva salida de ruta, el movimiento negro de un primer peón acojonado, el atajo hacia ningún sitio, el paisaje vasto y aciago bajo la mirada de un rey incrédulo.
La luz cegaba hasta las sombras y la música hacía lo propio con el miedo. Tú mirabas el reloj con la ambigüedad del que no sabe si sigue vivo, ni siquiera si quiere seguir viviendo.
El mundo era entonces lo que siempre soñamos, un vagar sin dueño, una libertad idílica, un todo para nada. Y sin embargo la luz hería, como hiere la distancia y el olvido de las voces familiares. Ya estábamos allí, ya habíamos llegado, livianos como el aire, y sin saber qué hacer con tanto vasto sueño, con tanta inmensidad vacía.
Dimos la vuelta en el primer cambio de sentido, los alfiles apostaron en oblicuo, y al destino lo alcanzamos con un brusco giro de caballo. Las raíces simplemente hicieron el resto, de regreso al único lugar que nos pertenecía.