martes, 26 de abril de 2016

Voy a contar una historia

Voy a contar una historia, una historia que es mi historia pero no es mi historia, una novela le llaman, aunque se parece más a los cuentos que nos contaban nuestros padres, que yo les cuento a mis hijas, cuando por la noche ya en la cama me piden pedíamos que les lea nos leyeran un cuento, y papá o mamá o yo, nos decían voy a contaros un cuento mágico, un cuento inventado, esto era una vez dos niñas, o niños, que eran hermanas o hermanos, y éramos nosotros y eran mis hijas.
Voy a contar una historia digo, que me haga escapar de las tardes y el sol de mediodía, del tiempo blando y sin tiempo de la memoria al dulce calor del sol de mediodía, con los ojos semientornados, o al crepúsculo, cuando la hiel de la nostalgia amarga un poco más y el mundo queda a merced de los chillidos de las aves y de aquellos que quieren y pueden escucharlos.
Quiero escribir una historia, esa historia, esta historia, sin perderme, sin acabar encerrado en el laberinto de una palabra, sin ahogarme en el concepto de un sentido, quiero escribir al ritmo de las olas, en ese vaivén que no va ni viene a ninguna parte, en ese trance de la emoción y del recuerdo, que inventan sin quererlo, cuando todos los poros se abren naturalmente como flores calmas, todas las historias.

martes, 12 de abril de 2016

Volver

Volver a caminar por el sendero
oscuro y transido de las eras,
rememorar el murmullo amarillo

del viento entre los trigos,
el humilde y estoico
tacto en sus espigas.

Recobrar la ciega luz
que fluye aún en la sangre
de las horas,

el silente fruto y la harina fina
que entrevera la carne
en la que habitas.

Los pájaros
dueños de la tarde regresan
-y es volver-

a sus primeros y últimos
y repetidos y únicos
nidos

mientras la noche va
durmiendo todas
las raíces.

domingo, 3 de abril de 2016

Los dedos

La página en blanco, el papel, el lápiz,
la mina dócil que se deja vencer y va dejando
el rastro al capricho de la mano
de su sangre mineral, de su sangre oscura, de su alma.
Mientras otro alma y otra sangre
dan vida y articulan estos dedos:
su piel, sus huesos, su carne,
toda la pasión
que en esencia los engendra.
Y quisieran huir
estos dedos de si mismos,
del brazo que los articula,
de la ceguera que desde la cabeza
les marca sus pasos.
Quisieran deshacerse de tanta torpeza
los dedos y salir volando
con pequeñas alas blancas o negras
que les nacieran a los lados de cada falange.
Así libres podrían
escribir entonces sin miedo
a equivocarse,
con toda su auténtica pasión
hecha vuelo,
con su propia sangre.