domingo, 19 de abril de 2009

una sonrisa

La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él era una sonrisa inquebrantable, indestructible gracias al paso del tiempo, una sonrisa a veces luminosa, otras cargada de sombras; pero una sonrisa sin dudas, nacida día a día entre polvo y sueños viejos, sobreviviente y tenaz, testigo de recuerdos desgastados, celeste y ocre, manto de raíces vagabundas.
No recuerdo la ciudad, ni el país, ni la guerra, ni la edad que atesoraba el arco de sus labios, pero recuerdo que los estallidos sonaban ensordecedores, y que su sonrisa seguía ahí, inmutable, como un canto en silencio a la esperanza.
Y con eso nos dejó, con esperanza desbordada, pese a todo, a borbotones, con sueños que se adherieron a nosotros inmortales, raíces que se aferraron a nuestras manos sobrevivientes, recuerdos que mutaron repentinamente antes de morir para no morir.
Todo aquello nos dejó, mientras su boca se rompía en mil pedazos, junto con todas las sonrisas del mundo.

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