miércoles, 27 de mayo de 2009

Skye Island (De vuelta a casa)

  Atardece lánguidamente y en silencio, ese sol frío y casi blanco, desaparece en su preñada plenitud de montañas y lagos. Estamos muy lejos del Sur, muy al norte, este paisaje lunático se llama Skye Island.
  Regresamos con el alma arrasada de silencio y eternidad. Hacemos una última parada frente al puente que nos llevará de vuelta a casa, al otro lado del mundo. Nos quedan casi quinientos kilómetros para llegar de nuevo al punto de partida; casi cinco horas atravesando bosques, conduciendo por la izquierda, por carreteras de un solo carril en cada sentido.
  La noche se abate sobre nosotros, sobre nuestro coche alquilado, sobre las decenas de instantáneas que se acumulan en nuestras retinas quemadas de tanta belleza. La noche es tan cerrada, tan ancestral y primitiva, que los faros apenas desgarran la oscuridad de su abismo.
  Conduzco a ciegas, casi, con el instinto. Atrás ya duermen, apoyados los unos sobre los otros. Mi acompañante comparte conmigo el alucinado silencio. En las curvas algún pensamiento queda atrapado en el tapiz de ramas, emociones aún recién nacidas, que quedan en el camino para morir.
  Sólo nosotros cruzando la noche, corazones latiendo entre la vigilia y el sueño, a ochenta millas por hora, sumidos en el trance atemporal de la noche primigenia. Hacia un lugar que suponemos sigue estando allí.

(...El ciervo se atravesó como un fantasma vivo, 
tan vivo como nosotros...) 

lunes, 25 de mayo de 2009

Paradoja

Siempre quisimos ser otros
sin dejar de ser nosotros.

viernes, 22 de mayo de 2009

Cosas del morir (la razón de la ceniza)

  Si alguna vez me muero, que aún está por ver, que me entierren si quieren, o que me quemen. 
  Y si me queman, que esparzan mis cenizas sobre la tierra húmeda de la tormenta, allá donde mi pueblo, o sobre el rayo que las clave para siempre sobre el árbol, o sobre el arcoiris, multicolor difuminadas, o que sirvan para blanquear los dientes de mis allegados, como natural e íntimo dentífrico, o que hagan infusión con ellas, reminiscencias minerales, y las tomen a las cinco de la tarde o a las diez, antes de acostarse como hacen las abuelas, o que las dejen volar, de océano a océano, para ver a dónde llegan, o que las dejen olvidadas si lo prefieren, en los rincones del viejo horno crematorio apalabrado, o las repartan como souvenir atemporal, en tarritos reciclados de mermelada unidosis, a ser posible de manzana, que limpien con ellas las maderas de la alegría y su nostalgia, que las encierren en su pequeño corazón acristalado, que les vuele el aroma triste del recuerdo, que las usen si hace falta como fetiche mis amantes nunca amadas, que les escupan las otras y las tiren por el váter, que se las eche al bolsillo, mi amigo, antes de morir, que me las traiga, eso sí, que no me dejen por favor, en el aparador de la salita, sin aire fresco, entre las rancias fotos del pasado, pues así de esta manera, de nada sirven las cenizas, que no son como los sellos, no ganan valor con los años.
  Y si no, y si me entierran, que planten alguna semilla a mi lado, justo a la altura de la cuarta costilla izquierda, en pleno corazón, a ver qué es lo que sale.

...sígueme hallarás tu recompensa

  se deshace la tarde como un papel de estraza mojado y viejo
  se deshace la luz destejiéndose sobre los árboles 
  el viento pasa arremolinando la vida como un tren sin parada
  hoy anochecerá camino de junio 
  un poco más tarde
  
  se deshace la tarde y me deshago yo repitiéndome 
  a lomos de la memoria esclavo de la emoción varada 
  en algún lugar que desconozco
  ella habrá de sobrevivirme como un galápago de 1000 años 
  lento en el morir 
  asumiendo el mundo y su pasado
  la nada y su nostalgia 
  el futuro y la dureza de quien está dispuesto a derrotarlo
  
  mis manos teclean tenuemente iluminadas
  mientras yo espero a que las redes de la tarde arrastren secretos hasta la orilla de las últimas luces
  mis pies que pisan el presente y el futuro a cada paso
  dejan sus efímeras huellas
  como quien deja un regalo para el olvido... 

martes, 19 de mayo de 2009

"Esta es mi casa"

No cabe duda. Ésta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Ésta es mi casa detenida en el tiempo.
Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.

No cabe duda. Ésta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.

Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.

M.B.

(Ayer murio Mario Benedetti; a mi me han entrado ganas de llorar, y sin duda hoy el mundo es mas triste).

sábado, 16 de mayo de 2009

Plata no es, oro parece

 Camina lenta por la plaza toda llena de gente, atardece aunque no viene al cuento, un negro con rastas ameniza la velada con una guitarra, Bob Marley y unas cuantas monedas en el suelo. De pelo y ojos castaños, a media melena que se ondea con el viento, rasgados por pestañas largas, esbelta figura arropada por una ligera chaqueta oscura de medio talle, de esas con cinturón caído sobre hebillas por la espalda, apenas 20 años, inconfundible, con una cáscara de plátano en su mano. No, creo que no he quedado con ella, nuestras miradas se cruzan, yo voy solo. No puedo más que quedarme con la mirada fija sobre su cáscara, sobre sus ojos, sobre su pelo y sus pechos turgentes tras la ropa. Recuerdos de juventud me vienen, sabor a plátano.
- ¿Dónde coño hay una papelera? -se pregunta ella- ¿y qué hará ese gilipollas mirándome?

miércoles, 13 de mayo de 2009

Necesidades

  Te desnuda la tarde en su silencio, saliendo del trabajo, acompasadamente con el último vuelo de la luz, mientras pierdes los colores que te ocultan, el rímel y el maquillaje que te esconden, dejando a merced del horizonte incendiado el secreto de tu rostro, poco a poco, el viento roba tu sombrero revolviendo en el aire tu pelo y su perfume, y notas su frescura, y se rompen tus tacones que la acera fagocita fetichista, cuando aún queda luz, y la elegante gabardina huye abandonada en el asiento del bus acostumbrado, al subir las escaleras los zapatos quedan ya para el olvido, la oscuridad y quien descubra tu camino, el bolso junto al quicio de la puerta, la blusa sobre una silla en el salón, la falda en la cocina, el sujetador en el suelo del baño, todo tan blanco, tan perfecto, tan bien planeado, mientras el silencio ya es murmullo y una respiración acelerada, tus bragas a tus pies junto a la cama, esperando desnuda, tersa, inquieta y húmeda, la tarde ha terminado su trabajo y se retira, a que alguien venga y te folle, sacrificio de la noche, para así continuar con tu vida mañana.

lunes, 11 de mayo de 2009

Ave del Paraíso

  No chilles, no chilles.
Pájaro del Paraíso: no levantes tu vuelo.
Que una bala de plata te espera,
una lágrima oscura te busca.

No sé por qué. No me lo preguntes.
Será porque te llamas Ave del Paraíso,
será porque la luz se inclina sobre ti hermosamente.

Escóndete y no cantes. Sumérgete en la espesura.

Lo sé. Te desean muerta entre sus manos.
Es por la belleza asesina que regala a veces el cielo.

Lo sé.
Yo también he violado a niñas de ojos azules.


(un poema muy antiguo; hace diez años que lo escribí...)

martes, 5 de mayo de 2009

Una extraña nostalgia

  Mirabas la calle desde abajo, dudando aún si regresar, después de muchos años. 
  Yo apenas te recuerdo; me queda un vago sabor a leche tibia, el aroma indescriptible de tu cuerpo, el suave tacto de la piel y el tierno contacto de la carne, un calor dulce, unos ojos borrosos creo que marrones, y algo así como un amor inexplicable. Eso me queda, y tu silueta de aquel día, al fondo de la calle.
  No sé por qué fue así, y nadie supo contestarme. Algo me contaron de tu historia, fotos en las que yo no te reconocía, historias para reinventar un pasado vacío.
  Lo único que sé es que era primavera, en abril, una tarde iluminada, yo jugaba en la puerta y de repente tú, allá abajo, tu silueta sin lugar a dudas. Duraste así unos minutos, estoy segura de que me reconociste, antes de dar la vuelta y desaparecer.
  Ya ves, ahora me acuerdo de ti y de tu fantasma, de aquella primavera y de aquella tarde en la que supe descubrirte calle abajo -por la misma que dicen que te fuiste-; llevo meses soñando de nuevo contigo, y ahora me entra una extraña nostalgia, mientras abrazo a mi hija recién nacida.

domingo, 3 de mayo de 2009

El cielo es gris (el hilo de Ariadna)

  El cielo es gris, hace frío, y las hojas se mecen despidiéndose, del aire o del mundo. Tu mirada, de colores profundos, se pierde en el rumor del viento nórdico.
  Todo calla en esta mañana acallada, donde cada uno inspecciona cajones olvidados, y saca poco a poco recuerdos, y los mira con ojos extraños, y se reconoce en alguna mirada, en alguna prenda de vestir en verano, en alguna palabra también lejana.
  Casi desnuda, en el hueco de tu casa, paseas las estancias, en camiseta, en pantalones de algodón o pijama, con pechos turgentes, con manos inquietas, con amor y sexo en tensa alarma.
  Rebuscas secretos, cosas que nunca supiste que sabías, sueños que esquivaste para salvarte de no sé qué. La casa en silencio, y un puzzle de infinitas palabras que ordenan tus dedos, rehaciendo laberintos que te guíen, hacia el futuro o hacia el pasado, es decir hacia ti misma, al borde mismo del latido.
  Como el hilo de Ariadna, las palabras, sorteando la furia de la angustia vital y de la muerte, te acercan al suave y cálido olor de tu cabello rojo, que acaricias despistada, mientras tu mano se introduce entre tus labios, y tus dedos te desbrozan, en un estallido mudo, pasional y gris de hojas despidiéndose, con todas tus palabras que renacen, y te sobreviven, y te abren el camino, desde cajones olvidados a miradas que regresan, al siguiente latido acelerado, en la calma y las voces que te llaman, con tu nombre dulce enamorado.

sábado, 2 de mayo de 2009

Como hojas de toda clorofila

  Los pájaros cantan, de rama a rama, bajo el cielo gris y pasajero, con aviones despedidos hacia el olvido, el recuerdo o la nostalgia, con besos que se quedaron en camino, pasiones que caen por el peso de la gravedad, y azafatas dueñas de un corazón amargo detrás de la solapa.
  Los pájaros cantan y es sábado, fresco y primaveral, amenazando lluvia en esta isla tan al norte, en este collage de chimeneas, azules y grises, ocres y verdes como hojas de toda clorofila.
  Entre ladrillos levantados escribo, hace años a manera de casas, si cierro los ojos puedo soñar con un bosque, están lejos las avenidas.
  El sol se filtra, como el primer café de la mañana, se estrella en los muros tenue y en tu cara, parece que cura las heridas.
  Piensas y te ausentas, aletargada entre palabras, pronto saldrás afuera, con una vieja camisa de algodón y manga larga, que no sabes quién la dejó una vez abandonada sobre tu lecho, y encenderás un cigarrillo.
  Entonces te vendrán a la memoria los días de camping de tu infancia, con la mirada arrugada contra el sol y las diferentes ramas, y el verde de toda clorofila, y esas hojas tan oscuras y afiladas, y ese árbol que te recuerda a las encinas.