viernes, 8 de abril de 2011

Palabras

  Tus palabras aquel día eran hermosas y redondas, dulces y tímidas, temerosas como duraznos recién amanecidos. La luz a través de las cortinas de seda blanca penetraba la estancia y adoraba tu cuerpo desde el balcón de mis ojos. Yo te adoraba, desde el silencio te amaba mientras iba recogiendo como un niño tus palabras al igual que mágicos y extravagantes mecanismos, tus palabras recién caídas de tu boca, recién paridas por tu sexo, tus palabras que hablaban de futuro, de la esperanza y el amor anidados en tu vientre, tus palabras sin más nuestro futuro. Esa fue la mañana de mi vida, y de la tuya. Luego vino el resto del mundo inesperado, la aventura de vivir sin condiciones, el inexorable riesgo del latido. Luego vino el coche, la velocidad y el instante, el accidente y todas las palabras desparramadas de tu boca, ensangrentadas. Ese fue el trágico final de tu futuro, de mi futuro, de tus palabras que ahora asumo mientras los duraznos se pudren en la eternidad de ese instante y de la noche.