lunes, 1 de noviembre de 2010

Nocturno Ave Fénix

  Tú que ríes, tú que besas, tú que amas; tú que eres una sombra chinesca en la noche anaranjada. Fantasma de la noche, esclava del amor en llamas, tú que estás más allá del miedo y la muerte, más allá de la desidia, más allá del abandono, más allá de toda la mortalidad que nos erige, sirena callada, que miras ausente, que rompes el aire a carcajadas, que bebes, que sueñas, que vives, que ardes como carne de cenizas que habrá de soplar el viento, como carne que no han de catar los gusanos. Tú que eres lo demente y la demencia, la cordura desmembrada, lo real que queda más allá de la piel y sus defensas, al fondo del silencio, en el último confín de la palabra que esconde la única verdad que late en la sangre que nos riega y nos engendra, en el sexo último, pájaro huidizo de sombra y deseo, onírico símbolo y realidad equívoca; yo te he visto, no lo dudes, yo lo juro, yo he escuchado tus pasos en la madrugada, y sé que existes, desvelado sé que pasas, te siento, como recorres mi piel en un escalofrío, fugaz figura en la ráfaga del coche que pasa, irredenta dama de la ciudad nocturna y de todo el universo que late desnudo, cuando tu infinito cumpla y tu hora llegue, sólo tú habrás de resurgir por encima de la colosal e incandescente pira de tu alma.