lunes, 28 de septiembre de 2009

Lluvia

Hoy llueve como cuando la infancia y las nubes y la brisa y el olor a lluvia o sea a tierra mojada y el ruido de las gotas estrellándose contra el suelo y los tejados con los ríos desbocados de los canalones y el rugir de la uralita hoy llueve y el tiempo es un fotografía de entre-párpados bajo soportales de un patio lejano y el gato que ronronea sobre la mesa y buganvillas y palmeras y entonces cuando viejo quiero decir cuando joven geranios y jazmines y un palomar abandonado y la lluvia igual igual igual como su olor y esas cuerdas tan iguales en el mundo que sostienen su horizontalidad de alambre oxidado para tender la vida siempre tan iguales esas cuerdas con las mismas siempre iguales gotas transparentes cristalinas puestas a secar en fila india horizontal de perlas que la mano cosecha y chupa la lengua porque esas cosas se hacen cuando viejo quiero decir cuando joven y se sueñan entonces también amores cosas prohibidas la dulzura de la piel tersa y blanca por vez primera mientras la lluvia caía en un rincón del paisaje se sueñan y se palpan tiritando y no de frío húmedo y no la lluvia se saborean hasta el gaznate los pezones de la tierra húmeda esas cosas sin más malicia que el deseo tan intensas y tan lentas a pequeñas dosis de lluvia porque lo desconocido es miedo y deseo cuando joven o viejo qué más da cosas que pasaban hace muchos años y hace tiempo que olvidé pero al menos hoy la lluvia y esa húmeda nostalgia.

martes, 22 de septiembre de 2009

Cada noche

Cuánto de lejos queda el mundo, cuando la noche te abraza la soledad desnuda, y tu huida la dictan los párpados que ciegan, cayendo ya sin miedo hacia el olvido, en ese abismo donde todas las voces se confunden oscuras y lejanas, y los recuerdos son visiones imprecisas; el tiempo es un juego para niños, y es verdad no importa nada, porque el cansancio de la carne y el latido, y todo lo concreto y tú sobre las nubes, oníricas y púrpuras, no importa cómo y sin embargo algo así debe ser la muerte, un rendirse sin remordimiento, un claudicar ante lo ignoto, sin tristeza ni nostalgias, un ganarle definitivamente al miedo y a la angustia, un vencer incluso hasta la vida, donde por fin dejas tu herencia de ave migratoria, y tu silencio haciendo eco y resonando en aquellos que una vez amaron la cotidiana voz de tus palabras.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Entretiempos y tristezas

Hoy la luz es blanda y gris como algodón recién nacido, aún en el caparazón verde que poco a poco se abre y se mustia, para que el aire goce del laberinto de su tersura, y eche a volar las oscuras semillas que repitan su historia.
El tiempo hoy parece estar destensado, alguien debió olvidarse de darle su toque justo, porque alguien debe de ocuparse de ello a cada madrugada, mientras el resto duerme, alcanzar los cables en quién sabe qué rincón del mundo, y ajustar con un viejo destornillador las clavijas para cargar luego sobre ellas el peso de su propia vida, por un instante, y medir a ojo de buen mortal los niveles de angustia y miedo que serán capaces de soportar las siguientes veinticuatro horas. Y hoy sin embargo ya te digo, los minuteros se sienten destensados y casi se retrasan, y no obstante la angustia y el miedo persisten, colgadas como ropa mojada al viento de la memoria y el olvido. Entre ellas me encuentro, mientras los perros ladran más allá de las ventanas y a orillas del horizonte incompleto, y la luz se detiene en los alféizares para dar la justa sombra de intimidad a lo secreto y la personalísima vergüenza, y la tarde se derrumba como un viejo castillo de arena asediado por las olas mientras la marea crece como crecen las velas de los aniversarios, y las arrugas y el mundo y una historia con mil historias que sobreviven aunque lejos.
Hoy la luz es blanda y gris como algodón recién nacido, y la tarde se despeña desasida y destensada, y el tiempo marcha con retraso, y los perros y la noche ya han reñido por vez primera, y yo sentado en el sofá con los restos de minutos y de luz abandonados, dejo que por fin la noche llegue, para que las sombras y las eléctricas y amarillentas secretas luces, den el escenario justo a esos hombres y mujeres que aguardan con ganas de llorar.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Septiembre

Septiembre se parece a una sombra fugaz de golondrina, al silencio verde del lagarto bajo la cueva, a la brisa esperanzada de las nubes, a la frescura sobreviviente y apaciguante de un incendio cuando se apaga.
Septiembre nos devuelve a una realidad confusa, a medio hacer, inconcreta, al espacio aún extraño de un sueño evaporado y un cántaro de ideas que se mezclan con angustias y deseos.
Septiembre es la revelación de las fotografías, y cuando se siembra la nostalgia para recogerla en un futuro desconocido. Septiembre es un mes en blanco, entre luces y sombras, el inicio de un viaje sin un claro destino.
Septiembre siempre es para los que sobreviven, para los que consiguen cruzar los desiertos del tiempo y el alma, para aquellos a los que el agua bendijo en algún rincón de la canícula, para los que tuvieron suerte y la encontraron.
Septiembre es un país de vivos, un tiempo de privilegio, un portal para la muerte que se avecina al fin de sus días, un horizonte abierto a todo lo posible y a algunos imposibles que definen el concepto de milagro.
Septiembre es el reparto de papeles, la asunción de los destinos, una explosión de mil caminos, una duda, una incertidumbre tan veraz como la vida, y la muerte, que brinda con septiembre su agonía.
Y septiembre es al fin, también y tan pequeño, ese rincón insólito e ignoto, de luz y tiempo, en el que yo nací a la vida.