Nunca fuiste la primera, nunca la más guapa, ni la más lista, ni la más buscada. Nunca fuiste el rayo de sol radiante, ni el reflejo deslumbrante de la noche, más bien una tibia primavera, un rincón entre luces y sombras, un secreto íntimo a medio camino de un lugar ignoto.
Nunca fuiste heroína, famosa ni protagonista, esa fue tu suerte. Porque así te fuiste dejando vivir, con íntimos juegos de infancia, con gente como tú, con vidas anónimas y un puñado de sueños.
Supiste de los besos claros como lunas, de labios rojos como flores rotas, de orgasmos reales y fingidos, tan auténticos, de senos y de mástiles. Supiste del alcohol y la pasión, de la tristeza y lo que duele, de una angustia a veces, tan real como la vida. Supiste que aquí no se regala nada, y que tampoco todo es justo como dicen, supiste caer y levantarte, niña y mujer en una sola.
No puedo adivinar si tu vida fue de puta o abogada, si volverías atrás por un instante o para siempre. Sólo sé que nunca fuiste la primera, que no hubieras podido serlo, que te tengo enfrente de mis ojos, porque la vida a veces nos convoca en los mismos vagones, y el trabajo aún queda lejos, y por este viaje he decidido quererte.