Regresar por entre los agrestes
senderos de la memoria hasta el mismo
instante que hace tiempo que olvidamos.
Desandar los pasos a tientas y escudriñar
las huellas que aún se intuyen
como aromas o reflejos.
Alcanzar con el miedo
y la determinación de lo que existe el estertor
de los límites y su nada.
Apretar los dientes y el corazón.
Observar por última vez lo que nunca
más habremos sido.
Y regresar igual, sanos y salvos,
-mortalmente
heridos-
a las trincheras de la vida.