El otoño, indefectiblemente, nos va dejando desnudos, poco a poco, a lomos de silencio, tu memoria queda a la intemperie y tus recuerdos son perros que ladran a la luna, habitantes solitarios del arrabal y el abandono.
Mis mudas manos te buscan en los últimos rincones del pasado, atrapados como barcos hundidos en el acuoso olvido de tus iris, verdes como el musgo de los estanques callados.
Mira, como caen las hojas de los tristes esqueletos blancos erguidos hacia el cielo, tocan sus dedos lo celeste, lo rayan y lo arañan, como esperanzas desesperadas.
El olor a mar llega recorriendo callejones y malditas aceras, llaman a la puerta los astros desterrados de la ciudad, tú los almacenas entre botellas de vino, en la cocina atesoras tu tráfico de estrellas.
Ya va siendo hora, susurras, y ya sé que has decidido adelantarte al destino, y ya sé que mi vida no habrá de sufrir todo el dolor que da el recuerdo, quebrando la piel y los andamios del latido.
Sin más me agredes, me rompes el cuerpo a dentelladas, y todo yo me derramo, entre oscuras luces, en versos no nacidos.
Derramarse en versos no nacidos para no enfrentarse al dolor en los recuerdos.
ResponderEliminarUn texto estupendo
Un abrazo
Tu Otogno experimental viene oscuro.
ResponderEliminarMe han impactado los huesos ciegos. Los huesos ciegos. Eso y devorar la vida de otro a dentelladas...
Hay frases en este relato, quepor sí solas bien valdrían una entrada. Nómada ha citado alguna.
ResponderEliminarComo siempre...jamas me decepcionas,como siempre tus historias me llenan, como siempre tengo que leerte y como siempre no te olvidas del mar.....y como siempre me encanta todo lo que escrives!
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