jueves, 1 de septiembre de 2016

Escribir

  Escribir como quien respira. Escribir a ciegas o cegado. Escribir como conjuro o como condena. Escribir libertad y escribir cadena. Escribir la noche oscura a la luz del mediodia.
  No queda nada, nada queda, más allá de este artificio de palabras.
  Y no es cierto, y es mentira, y la certeza es este trazo de tinta, la selva y el laberinto de estas enigmáticas letras, su páramo y su desierto, su espejismo repetido, que ocultan y anuncian a un mismo tiempo, la única realidad y el único presente:
  
  el sordo golpe de un corazón que late.

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