miércoles, 25 de agosto de 2010

La casa

Llegaste a la casa cerrada sin expectativas. La calle, sus aceras, sus árboles y fachadas eran tal y como las habías imaginado, con los mismos colores suaves pero vivos. El sol iluminaba oblicuo tu vereda y por entre las ramas hacía surgir tu sombra andante sobre las paredes. No hacía excesivo calor y sólo un puñado de transeúntes y coches animaban la escena. Tú caminabas sin prisa, observando cada detalle, paladeando y en definitiva disfrutando de un momento que nunca valoraste como algo más que un mero trámite más bien tedioso y gris. Al llegar te quedaste mirando por un momento la puerta sin pensar en nada, absorto en lo que bien pudiera parecer un sueño. De repente soltaste la maleta en el suelo y sacaste un llavero con una única llave reluciente de tu bolsillo izquierdo. De igual manera te la quedaste mirando por menos de un segundo con un atisbo de incertidumbre. Inmediatamente después y sin más dilación la metiste en la cerradura. Encajó a la perfección. Y giró, una y dos veces, mientras tus pupilas se dilataban discretamente. Al empujar la puerta tu estado anímico giraba en un limbo indeterminado de placer y asombro. La luz entraba radiante desde la ventana de enfrente hasta la puerta. Todo permanecía al igual que la última vez, intacto pero rejuvenecido. El verano había terminado.

3 comentarios:

  1. Así se iba a llamar la novela de Gabriel García Márquez "Cien años de soledad": "La casa".

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  2. Hay una casa a la que nunca volví y de la que me has hecho pisar el zaguán con sólo leerte... Tu escritura permite zambullirse en imágenes. Gracias.

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