Escucho como llega la noche, a modo de sonidos de pájaros que mueren en un fugitivo y último vuelo, el fugaz relámpago de una bicicleta cruzando el instante, voces de personas que se apagan y desaparecen en la faz del tiempo que transcurre.
Yo sigo aquí, sentado y escrutando el horizonte abstracto del mundo, su último e imposible significado, el mío propio, mi yo más íntimo, en medio de tanto todo y tanta nada, en medio de una vida -extraño ser- que sé cuando empezó, y no sé cuándo acaba.
Me gusta tu reflexión pero la encuentro algo alicaída, quizás por culpa de la incógnita acerca del significado del mundo. No sé si tu alusión a tanto todo y tanta nada evoca un poema de José Hierro. El caso es que casi entramos en el solsticio de verano. Tiempo de hogueras y de brujas. El vino debería servir para darnos ánimos. En caso contrario, por muy postmoderno que sea ese local, me temo que no está a la altura de las circunstancias. Un abrazo.
ResponderEliminarAh... qué sensación tan similar en las noches repasadas del verano como apuntes de la adolescencia.
ResponderEliminar