indómito, ta Del lat. indomĭtus. 1. adj. No domado. 2. adj. Que no se puede o no se deja domar. 3. adj. Difícil de sujetar o reprimir. Real Academia Española
martes, 29 de diciembre de 2009
Lluvia Vieja
domingo, 20 de diciembre de 2009
El instante
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Otoño experimental
lunes, 14 de diciembre de 2009
viernes, 11 de diciembre de 2009
Madrugada
jueves, 3 de diciembre de 2009
Entresueños
domingo, 8 de noviembre de 2009
Metamorfosis
miércoles, 4 de noviembre de 2009
La propia vida
domingo, 18 de octubre de 2009
Cotidianidades
miércoles, 14 de octubre de 2009
En la oquedad del horizonte
domingo, 4 de octubre de 2009
La muerte, ese lugar común.
lunes, 28 de septiembre de 2009
Lluvia
martes, 22 de septiembre de 2009
Cada noche
lunes, 14 de septiembre de 2009
Entretiempos y tristezas
lunes, 7 de septiembre de 2009
Septiembre
jueves, 27 de agosto de 2009
Solárium
martes, 25 de agosto de 2009
Soledades
Sueños
sábado, 15 de agosto de 2009
De vuelta
martes, 28 de julio de 2009
Nucleótidos
domingo, 26 de julio de 2009
(Falsa) modestia
sábado, 25 de julio de 2009
Vete tú a saber
jueves, 23 de julio de 2009
Siempre
Vacante cielo
lunes, 20 de julio de 2009
Como flamencos o tortugas
Caminaban todos juntos, en silencio y fila india; cada uno pisaba las huellas del otro, y así iba quedando el rastro de uno solo. Con los ojos bien abiertos, escudriñaban cada detalle entre las ramas, detrás de los arbustos, a cada lado, más allá del cielo verde que los arropaba. Hasta sus oídos llegaban ruidos y cantos de todos los tipos y colores, murmullos y crujidos de ramas al correr, respiraciones entrecortadas y batir de alas cercanos. Toda la música de la selva se iba abriendo a su paso, para cerrarse de nuevo a las espaldas del último guerrero o explorador.
Cuando llegaron a los límites del bosque el aroma del salitre y el rumor de las olas rompiéndose en la arena se volvieron más embriagadores. Muy lentamente, sin hacer ningún ruido, con una prudencia que era casi miedo, asomaron sus tiznadas caras por entre los árboles últimos que se enfrentaban al rompiente mar y la desnuda e indefensa explanada de arena.
Más allá de estar vacía, se encontraba abarrotada de felices domingueros, veraneantes y bañistas en carne viva, con cientos de sillas plegables, toallas, sombrillas y neveras esparcidas a lo largo de toda la playa. Eran una manada ruidosa y chillona, que rompía cada año por las mismas fechas la natural calma de la isla.
Ellos sabían que su presencia, de carácter estacional como la de los flamencos o las tortugas, no duraría más allá de los días finales de septiembre, cuando los últimos ejemplares abandonaban la herida y desgastada arena, dejando múltiples deshechos que luego ellos se encargarían de recoger para facilitar su regreso la siguiente temporada.
Hoy elegirían, como todos los años, al mejor espécimen de todos, no muy viejo pero tampoco excesivamente joven, a ser posible de carnes prietas pero engrasadas, pues era de sobra conocido que las vetas del tocino hacían más sabroso el manjar. También como siempre sería a la caída del sol o en la noche, cuando más indefensos se encontraban, pues eran animales de mañana, y además apenas tenían visión en la oscuridad. Eran inteligentes sin embargo, y aunque individualmente no tenían defensa alguna, como manada podían llegar a ser bastante peligrosos. Por ello el hecho de sólo coger a uno cada verano, era algo que podían llegar a aceptar sin enfurecerse en exceso, sabían que ese era el tributo que debían pagar y que el resto corría a cuenta de un azar desconocido.
Ellos, los otros, volverían sobre sus pasos a la mañana siguiente con el trabajo hecho, y un día inexacto de agosto celebrarían una vez más, en algún recóndito lugar de la selva, la particular festividad de su poblado con el asado de uno de nosotros.
Ese año tampoco me tocó a mí. Había estado toda la primavera preparándome; todos sabíamos de sus gustos, y esa era la verdadera razón de nuestra común y obsesiva dieta antes del verano.
jueves, 16 de julio de 2009
Vacaciones
miércoles, 15 de julio de 2009
Ilusiones de verano
sábado, 11 de julio de 2009
Anonimato
aún caliente,
el muerto descansa, casi vivo,
sobre su lecho.
En un piso cualquiera,
de una ciudad cualquiera,
con una historia cualquiera
de secretos y mentiras.
martes, 23 de junio de 2009
Por este viaje
miércoles, 17 de junio de 2009
Siete vidas
El tiempo parecía pasar con una indolencia de limbo vacío.
Se escuchó un estruendo seco y repentino y el sordo golpe como de algo cuando se quiebra.
Así fueron cayendo todos los rehenes.
No eran gatos sino hombres. No era un cuento sino guerra.
jueves, 11 de junio de 2009
Ya te he dicho que no quiero (La vida moderna)
La Muerte se dio media vuelta perpleja, no podía creer lo que acababa de oír, pensó que quizás debiera hacer algún curso de reciclaje para la vida moderna, se metió en la primera boca de metro que encontró, cabizbaja, esto ya no es lo que era.
(Este relato es mi aportacion a la idea de Malena de hacer un "taller de minis"; tanto este como todos los demas los podreis ir encontrando en ladistanciajusta, aunque por el momento la idea acaba de empezar y creo que solo hay publicado uno)
domingo, 7 de junio de 2009
Deseos
miércoles, 27 de mayo de 2009
Skye Island (De vuelta a casa)
lunes, 25 de mayo de 2009
viernes, 22 de mayo de 2009
Cosas del morir (la razón de la ceniza)
...sígueme hallarás tu recompensa
martes, 19 de mayo de 2009
"Esta es mi casa"
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Ésta es mi casa detenida en el tiempo.
Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.
No cabe duda. Ésta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.
Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.
M.B.
(Ayer murio Mario Benedetti; a mi me han entrado ganas de llorar, y sin duda hoy el mundo es mas triste).
sábado, 16 de mayo de 2009
Plata no es, oro parece
miércoles, 13 de mayo de 2009
Necesidades
lunes, 11 de mayo de 2009
Ave del Paraíso
martes, 5 de mayo de 2009
Una extraña nostalgia
domingo, 3 de mayo de 2009
El cielo es gris (el hilo de Ariadna)


sábado, 2 de mayo de 2009
Como hojas de toda clorofila
miércoles, 29 de abril de 2009
Será mañana
lunes, 27 de abril de 2009
Atardecer
Infancia
Luego miró a su alrededor, el mundo entero a sus pies, ya nada podría resistírsele.
Sin necesidad de argumentos
domingo, 26 de abril de 2009
Quién sabe
viernes, 24 de abril de 2009
Primavera
de luz dorada y los agita
como una bella joven con vaqueros que camina
por la calle como quien anda por la casa
descalza, en prendas menores, recien levantada
por la tarde y te besa los labios
o los de un vaso de agua
miércoles, 22 de abril de 2009
Además es más
Lentamente me introduje en su silencio falso, en su murmullo incesante de realidades y secretos, nunca antes te había conocido así le dije, nunca antes te dejé me respondió, pero hoy estás buscando algo. Una vez mas no supe que decir, pero seguí caminando, entre brumas y cenicientas luces de estrellas o bombillas.
Poco a poco, con la noche acompañándome, comencé a recordar el atisbo de un sueño, de una nostalgia, o un poema de niño. No supe adivinar el porqué de ese recuerdo, mientras la noche me escudriñaba en su silencio.
Luego todo fue más fácil -la noche sonrió-, aunque al principio no estuve seguro de que aquella fuese tu casa, y por un segundo me costó traerte al flote de las sensibles aguas superficiales de la memoria. Supe que tú ya no estabas allí, como yo tampoco; supe que lo estuvimos, y entonces fue cuando lo recordé todo.
En aquel momento amanecía, la noche había desaparecido creo sin despedirse, una fría mano de luz recién abierta me acarició la espalda, era hora de marcharse. Quise recordarte aún más, reavivar el sueño y la nostalgia, pero no tuve más tiempo que el del poema para leerte sus últimas palabras:
"...y además es más:
nadie sabe lo mucho que te quiero."
lunes, 20 de abril de 2009
Receta de payaso (el escritor inédito)

Así ya estás, de nuevo preparado, y así te sientas ante otra tarde para que dore con su silencio tus juegos de palabras.
domingo, 19 de abril de 2009
Saudade
Acabas de ducharte, te secas con una toalla azul de manos que apenas puedes atarte a la cintura y que huele a tabaco; te secas con el humo invisible y cultivado, es lo que tiene una habitación tan pequeña y el vicio del cigarro.
Te vistes con medio pijama -los pantalones- y una camiseta vieja de algodón de manga larga. Te sientas en la silla, la toalla en el respaldo, miras a través de la ventana y comienzas con los dedos:
“Hoy tengo saudade, o nostalgia, es lo mismo mientras cae la tarde, y los árboles se tornan grises, perdiendo la luz verde de sus hojas, sombras ya acariciando el cielo rojo, como plumas o pinceles que lo pintan, que habrán de dibujarlo hasta la plena oscuridad del olvido y de la nada...”
Hoy tienes saudade, supones de la infancia -no eres tan viejo-, supongo de tiempos mejores, más felices, más lejanos al fin y al cabo, quién sabe lo que fueron.
“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, no sé dónde va, no sé lo que quiere. Los árboles me miran, me inquieren lo irrevocable. El cielo me mira, no sé lo que quiere, no sé lo que hace...”
Hoy tienes saudade, parece una excusa aceptable; vas a parar, un momento, para beber agua....y vuelves, abres la ventana -aún los pájaros cantan- invitando al humo a marcharse.
“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, lo miro en silencio, lo escudriño, parece que se va a morir, parece que está triste...”
Hoy tienes saudade, y el cielo parece acompañarte, o así quisieras, o así nos cuentas.
“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, lo miro en silencio, lo sopeso, qué voy a hacer contigo pienso, cómo puede ser que hasta mí hayas llegado para morirte, eres el primer cielo de mi vida entre mis manos; y vienes para morirte. Los árboles nos miran, te buscan, a mí no pueden pintarme...”
Hoy tienes saudade, sin saber exactamente qué significa, pero sintiéndola como el cielo entre tus manos; qué maravilla pensarían muchos, y estiran los brazos con las manos abiertas.
“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano, lo miro en silencio, lo sopeso, pero no pesa y ya se ha muerto. Ya se ha muerto pinceles, o plumas, u hojas de árboles. Ya sólo un gurruño, el papel de un niño dibujado.”
Hoy tienes saudade, y ya se va, y de camino viene el hambre, y el sol es ya sólo un recuerdo en la retina. A punto de acabar yo decidido imitarte, porque también es mía la nostalgia, y el hambre, y la tarde ida, y la noche que se abre para abrazarnos en uno solo en esta ciudad lejana. Déjame que te escriba, que me escribas:
“Hoy tengo saudade, o nostalgia, y el cielo acurrucado todo en la palma de mi mano; lo miro en silencio, lo sopeso, pero no pesa y ya se ha muerto, y va directo a la basura, como poesía caducada, el cielo y la saudade, como usado chicle sin sabor, porque la cena espera, y voy a lavarme las manos, y esta noche las sábanas soñarán con tabaco...
Tan lejos y tan cerca
Desde el balcón, mientras escribo, pienso en ti despierta, azul y verde, porosa y suave. Pienso en tus labios rojos de carmín, en tu mordisco, en tu sonrisa atravesando, como cristales de espuma, mi mirada ausente.
Mientras cae la tarde, y ya la noche asume el mundo y sus fantasmas, pienso en ti como nunca supe, cuando aún dormía sobre tu pecho, ignorante de la muerte, feliz supongo en el silencio de un paraíso inalterable.

Amanece tan pronto

No cerré los ojos, ni una sola vez, no quise mirar atrás, y si lo hice en algún momento, fue para buscarte, para besarte una vez más, con un amor infinito, para sentir por última vez la dulce rugosidad de la memoria.
Esperar, quién sabe lo que significa, cuando nada ya se espera; y sin embargo así fue, con los ojos abiertos como mundos, con los pulmones ahogados en la brisa, con los oídos absortos en el último rumor.
Tocaba la piedra, su rugosidad contra la mía, así me fui muriendo, en paz con la luna, con el rocío en mis pestañas, con mis labios en tu boca, tan lejos y tan cerca como nunca.
Amanece tan pronto, que casi ya no escucho -muerto antes de caer la guillotina- como me dice el verdugo: "...ten cuidado, no vayas a pillarte los dedos, amigo."
"Some like it hot"

una sonrisa
No recuerdo la ciudad, ni el país, ni la guerra, ni la edad que atesoraba el arco de sus labios, pero recuerdo que los estallidos sonaban ensordecedores, y que su sonrisa seguía ahí, inmutable, como un canto en silencio a la esperanza.
Y con eso nos dejó, con esperanza desbordada, pese a todo, a borbotones, con sueños que se adherieron a nosotros inmortales, raíces que se aferraron a nuestras manos sobrevivientes, recuerdos que mutaron repentinamente antes de morir para no morir.
Todo aquello nos dejó, mientras su boca se rompía en mil pedazos, junto con todas las sonrisas del mundo.
Trámite o milagro
(sin título)
El valle se deshace en sombras mientras tú levantas el mantel de la mesa y lo sacudes sobre la cocina. Las ventanas allá dan al oeste, y el blanco frigorífico ahora es rojo, y nuestra foto verde del pacífico también, donde igualmente bellos eran los ocasos, más aún, aquí nos falta arena para enterrar los pies ante la muerte.
Cómodo en el sofá miro tus piernas, perfectas claro, yo las elegí entre la multitud, contigo de regalo. Hace años, o meses quizás, quién sabe si sólo han pasado días desde que nos conocimos, ya no puedo decirlo.
Al principio fuiste morena y joven, con cara de india, contigo descubrí algunos secretos profundos y húmedos que aún se me negaban, creo que tú los descubriste todos.
El jardín está hermoso por las tardes, me gusta salir a regarlo, cuando los niños regresan en sus bicicletas de colores, y tú preparas la cena, siempre antes del ocaso. (Es verdad, a veces la preparo yo, pero se me hace tarde).
Voy a acercarme al dormitorio, allá entre los prados, es un paseo pero no muy largo, diez árboles más abajo, y ya luego sólo nuestro lecho, entre millones de briznas de hierba que miran al este. Como no tenemos cortinas aquí los gallos no cantan -no tienen que despertar a nadie-, todas las noches siembro una flor a tu lado de la cama.
Un día, aún lo recuerdo, quizás hace tan sólo unas horas, crecimos juntos y éramos ya casi tan grandes como el frigorífico, y los pies se nos salían del sofá, y sabíamos más cosas es verdad, y el sol nos doraba dulce en su agonía, y tus cabellos eran rubios como los de una sirena, y plateados cuando por el ventanal del salón entraba la luna con tibieza de leche en el suspiro fresco de las olas susurrantes a la orilla del mar hacia el que construimos este lado de la casa. Por aquel entonces tú ya sabías más cosas que yo, y tenías los ojos azules más hermosos de la tierra.
Yo solía entretenerme mirándote, como ahora hago, compartíamos silencios, y te enseñaba las pequeñas cosas a las que yo me dedicaba, como no pensar en nada, y dormir con los ojos abiertos, o inventarme palabras, y secretos que sólo a ti te contaba, y hacer poemas fugaces que iba olvidando, letra a letra, tan largos como bobinas de hilo de esas de coser botones de camisa: blancos, azules, marrones, ahora de qué color lo quieres, te preguntaba yo, negro como mis ojos, me respondías.
Porque una mañana amaneció y tus ojos eran negros, y toda tu piel, y tus labios una maravilla sobre los que aprendimos aún más secretos inconfesables. El sol disfrutaba de tu tacto, sedoso patinaba por tu espalda, se amaba a si mismo amándote sobre la tersitud y dulzura de tu vientre. Eras de ébano, como algunos dicen. Aquellas noches bailamos, casi hasta el amanecer, e hicimos fogatas en las montañas del sur, donde dormimos bajo estrellas distintas, y una vez más nos juramos amor eterno.
Yo también he sido muchos distintos, tantos como hombres han existido en la tierra, pero igual te he amado, y me has amado creo, igualmente de todas las formas distintas.
Sí, este es buen momento para leerte todo lo que sé de Cortázar, y Borges, y Neruda, y Vicente Huidobro, y Walt Whitmann, y tantos otros que nos enseñaron el camino, a veces sin darnos cuenta, que nos regalaron todo lo que tenemos; nosotros sólo tuvimos que comprarnos el sofá y el frigorífico, y la cama; para la flor que te siembro cada noche el dinero no existe.
Algún día pienso, mientras guardas el mantel y vienes y me acompañas y damos la espalda al sol ya ido y miramos cara a cara al mar y las estrellas; algún día supongo que habremos de hacernos viejos, pero viejos de verdad, y quién sabe, supongo que habremos de morirnos.
Tú, que ahora nada piensas, mientras la luna te ilumina el pelo blanco como la leche, ya no sé de dónde eres, ni de dónde viniste, sabiendo sin embargo que eres todas las que conocí desde ayer, o desde hace años, o desde hace un siglo, ya no puedo decirlo.
Mis manos arrugadas te arropan, porque tú ya estás vieja, y sabes más que yo, y ahora habré de llevarte a la cama, no muy lejos, diez árboles más abajo, allá entre los prados; para enterrarte en tu lecho, dejándote todos los besos del mundo entre tus brazos, y todo mi amor acompañándote, eternamente, más allá del viaje estelar de tus huesos. La flor esta vez habrá de crecer hasta convertirse en árbol.
Yo también debo irme, aún debo volver al salón, antes de que amanezca: limpiar el sofá de los últimos restos, cerrar las ventanas, vaciar el frigorífico y apagar la luz. Que todo esté listo para los nuevos inquilinos mañana.
Mientras camino sendero arriba, en busca de todas las ciudades del mundo, amanece el sol a tu lado, y se detiene a rendirte homenaje; quizás nadie más que él y yo sepamos que fuiste, pero así fue, y ahora eres roble, o encina, o caoba, o ébano o eucalipto.
Yo voy camino del mundo, en busca de Borges, Neruda o Cortázar, o cualquiera de todos los otros, con mis manos arrugadas, que me digan dónde se mueren los personajes.
