miércoles, 25 de agosto de 2010

La casa

Llegaste a la casa cerrada sin expectativas. La calle, sus aceras, sus árboles y fachadas eran tal y como las habías imaginado, con los mismos colores suaves pero vivos. El sol iluminaba oblicuo tu vereda y por entre las ramas hacía surgir tu sombra andante sobre las paredes. No hacía excesivo calor y sólo un puñado de transeúntes y coches animaban la escena. Tú caminabas sin prisa, observando cada detalle, paladeando y en definitiva disfrutando de un momento que nunca valoraste como algo más que un mero trámite más bien tedioso y gris. Al llegar te quedaste mirando por un momento la puerta sin pensar en nada, absorto en lo que bien pudiera parecer un sueño. De repente soltaste la maleta en el suelo y sacaste un llavero con una única llave reluciente de tu bolsillo izquierdo. De igual manera te la quedaste mirando por menos de un segundo con un atisbo de incertidumbre. Inmediatamente después y sin más dilación la metiste en la cerradura. Encajó a la perfección. Y giró, una y dos veces, mientras tus pupilas se dilataban discretamente. Al empujar la puerta tu estado anímico giraba en un limbo indeterminado de placer y asombro. La luz entraba radiante desde la ventana de enfrente hasta la puerta. Todo permanecía al igual que la última vez, intacto pero rejuvenecido. El verano había terminado.

lunes, 16 de agosto de 2010

Lo celeste

Lo celeste nace de la insondable profundidad del horizonte, del más allá de su levante, de las tierras más al este, de sus ignotos mares, valles y montañas. Lo celeste viene arrastrando su túnica hasta este mundo llano, hollado de cenizas y rastrojos, macilento como el sol en su denuedo cada tarde, donde también cabe la sombra reverdecida de una esperanza ardiente y calma.
Lo celeste, ese lugar adonde vuelan los pensamientos más leves y pesados, sus largas colas cual cometas de palabras, las emociones que trascienden la recia cárcel de la carne y su secreto; lo celeste, red que se extiende y expande como una verdad indescifrable, arrastrando todo instante memorable, todo destello o latido superiores, dignos de la memoria primero y su postrero olvido eterno.
Lo celeste anida en las oscuras horas del sueño y de la muerte, en su urgencia de llama e incendio, en su paciente y segura marcha absoluta y triunfal sobre el ajado calendario de los muertos de los muertos, para luego renacer, triunfo de los días, más allá de todo lo vivido.
Lo celeste son tus ojos, y tu vestido a veces, y tu pañuelo que vuela por encima de los árboles, y tu sonrisa rota por el blanco de tus dientes, y tu vientre, lo celeste a veces, el insomne sueño de tu vientre que crece desde las raíces de tu sexo y de mi sexo, desde tu deseo y mi deseo, porque a veces lo celeste es el amor, y otras sin embargo, la indiferencia de los dioses.
Y lo celeste, más allá de este pobre parlamento, es la excusa que yo tengo ahora, tan sólo ahora para quererte, así, de manera tan ciega, tan ignota, tan oscura y espiralmente celeste celeste celeste, cual misterio que trasciende las fronteras de la pura carne y la materia.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Destinos

Como siempre he de inventarte esta noche:
ciudad sublime, mar ansiado, mujer oscura
y muerte clara.