La lluvia viene de lejos, cargada de una memoria espesa, pesada de recuerdos y gris nostalgia, de infancia en fin, de oxidados alambres y azoteas, de primitivos días muertos.
La ciudad asume la condena de las alcantarillas, como bocas ahogadas por un cielo de alquitrán, las manchas y cicatrices de sus fachadas en declive, el reflejo de un sol frío y gris en los altos edificios de cristal.
Tú me miras como hace muchos años, allá al fondo de ti misma reverberan viejas esperanzas, una juventud ya caduca, una sonrisa desgarrada y desnuda frente al mundo. Eran otros tiempos, otras sábanas, cielos más livianos, perentorios en su afán de viaje, fue descubrir el mundo a cada paso, de sonrisa en sonrisa y de vaso en vaso, llorar como lloran los incrédulos, refugiándonos en ilusiones y pasión con la cursi pose con la que se miran las estrellas.
Tú me miras y te amo, fíjate qué cosas, a mitad de una vida y de camino a sobrevivirnos a nosotros mismos.
Hoy te amo como nunca y para siempre, fíjate qué vulgar, hoy que la lluvia enternece todas las raíces, y el calendario se acaba y el otoño que barre las últimas hojas, y yo daría mi vida por ti.
(Feliz nuevo año y gracias a todos por vuestra compañía y vuestras palabras, un sincero abrazo desde mi raíz).